La petición

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N. de A.:  aquí estamos, con algunas no muy buenas secuelas de las celebraciones. Y hablando de eso, ¡FELIZ AÑO NUEVO! Les deseo de todo corazón que este 2017 esté lleno de cosas lindas, que superen lo malo, afronten con fuerza lo difícil y disfruten lo bueno. 

¡Gracias por leer!

*****

El día siguiente dio comienzo con un cielo completamente despejado. Sin embargo, las temperaturas continuaban siendo bastante frías, dado que el otoño estaba en pleno apogeo.

Los pájaros gorjeaban y las puntas de los árboles danzaban al son del viento. Al parecer, las nubes no estaban de ánimos para presentarse, así que los primeros rayos de sol bañaban con su vigorosa energía el césped de los terrenos de Hogwarts, produciendo que las pequeñas gotas de rocío resplandecieran como diamantes en los jardines, los arbustos y los tejados del enorme castillo mágico.

Solamente las mazmorras estaban apenas iluminadas a esas horas de la mañana.

Adentro, el profesor Snape, ajeno al espectáculo matutino, disfrutaba de un sueño profundo. Las sábanas a la altura de su cintura ocultaban su desnudez.

Poco a poco, e inconscientemente, se giró y extendió un brazo en busca del calor de la mujer con la que había pasado la noche. Cuando sus dedos tocaron simplemente un espacio vacío y tibio, separó los párpados con pesadez.

No había nadie a su lado, y si no hubiera sido por los recuerdos de la noche anterior que se agolparon en su mente, habría pensado que realmente todo había sido su imaginación.

Extrañado, se apoyó en el respaldo de la cama y miró el reloj en su mesita de noche: eran apenas las siete de la mañana.

Antes de alcanzar a preguntarse dónde se habría metido Hermione, una puerta a la izquierda de la habitación se abrió y salió ella, en pijama, bostezando y con el pelo más revuelto de lo que Snape recordara haberlo visto.

El profesor, sin saber por qué, contuvo la sonrisa. Sin embargo, la chica le dedicó la más radiante de su repertorio.

—¿De pie tan temprano?— inquirió él sin siquiera moverse de su sitio y cruzándose de brazos.

Hermione arqueó las cejas. Ciertamente, esperaba que sus primeras palabras fuesen "buenos días", no esa pregunta.

—Tus ronquidos me despertaron— explicó ella sin borrar la sonrisa de su rostro mientras caminaba de vuelta a la cama. Severus frunció el ceño levemente.

—Yo no ronco...— sentenció con seguridad, algo ofendido.

La chica se acostó a su lado, cubriéndose con los cobertores y abrazándose al cuerpo de él, que seguía con los brazos cruzados y los músculos tensos.

—Sí, sí lo haces— masculló entonces la castaña, haciendo su aliento rozar el cuello de Snape. Él sintió un cosquilleo cálido y placentero recorrerle la espalda.

—Tonterías. — Severus resopló con fastidio. Sin embargo, no le duró mucho, pues Hermione había logrado hacerse paso entre sus brazos para recostarse sobre su pecho desnudo.

Fue inevitable la ráfaga de calor que se extendió desde esa zona hasta las partes bajas de su anatomía. Incómodo, buscó la mejor posición para que ella no notara que cierta parte de él también comenzaba a despertar... aunque, en el fondo, quisiera que sí lo notara.

Se mantuvieron inmersos en aquel confortable silencio por algunos minutos, oyendo la respiración acompasada del otro.

Snape analizaba la situación mientras acariciaba con las yemas de los dedos el hombro de Hermione. ¿Quién se hubiera imaginado que estaría compartiendo su habitación en Hogwarts con ella... y totalmente desnudo?

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