Anexo II: La cena

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Sentir

Anexo II: La cena

Acomodó la mesa una vez más, aún indeciso. No terminaba de convencerlo la disposición de las servilletas. Se rascó la barbilla mientras componía un gesto de descontento. Cambió todas las servilletas de lugar, dio un par de pasos hacia atrás y asintió. Así estaba mejor.

Miró la hora en el reloj de pared, suspiró, estiró las mangas de su camisa y se encaminó a la cocina.

Hermione revisaba la comida que se cocinaba en el horno. Un par de cacerolas humeaban sobre los fogones y un cuenco con ensalada descansaba en la mesa.

—¿Todo bien?— preguntó Severus, viéndola cerrar la puerta del horno con una sonrisa.

—Sí— dijo ella—. El pollo está casi listo.— El hombre asintió con la cabeza y miró en derredor—. ¿Estás bien?— quiso saber Hermione, se aproximó a él y le acarició el brazo.

—Sí— respondió Severus en un murmullo.

En realidad no estaba tan tranquilo como le hubiese gustado. Temía la reacción de sus suegros ante el anuncio que les harían, pese a que Hermione le había dicho hasta el cansancio que se alegrarían y que no tenía que preocuparse tanto. No podía evitarlo. Severus sabía que no les caía del todo bien, y era normal; Hermione era hija única, él había sido su profesor, tenía bastantes años más... y ahora un bebé en camino.

Tragó saliva.

Había sido un accidente, pero él estaba rebosante de felicidad desde que lo supo.

—Todo saldrá bien, ya verás— lo calmó la mujer, poniéndose de puntillas y dejando un cariñoso beso en su mejilla. Snape trató de sonreír en respuesta.

—Lo sé— aseguró. Le rodeó los hombros con un brazo y besó su frente. Se miraron a los ojos un momento, antes de que él volviera a hablar:—. Empezaré a llevar las cosas al comedor.— Hermione movió la cabeza afirmativamente y giró sobre sus talones, mientras que Severus cogía la ensalada.

Luego de unos minutos, el pollo, las salsas, el puré de patatas y la ensalada estaban dispuestos en perfecto orden en la mesa del comedor. El mantel era blanco, estirado pulcramente, y las servilletas doradas dobladas con precisión. Cuatro copas de cristal, cuatro platos con detalles dorados y cuatro pares de cubiertos esperaban a sus comensales. Dos velas culminaban la decoración.

El timbre sonó de pronto. Severus se puso tenso y Hermione lo tomó de la mano. Se dirigieron una mirada rápida, ella le sonrió y fue a abrir la puerta. Snape decidió que era apropiado acompañarla y recibir juntos a sus invitados. La alcanzó antes de que abriera y colocó una mano en su hombro, tanto para darle apoyo como para sentirse más seguro él mismo.

—¡Hola!— saludó Hermione alegremente. Sus padres le sonrieron con afecto. El señor Granger llevaba en su mano una botella de vino, que Severus observó receloso—. Pasen.

—Buenas noches— dijo el mago, extendiendo su mano. La madre de Hermione se la estrechó de forma cordial, mientras que su padre fue algo más frío y distante. Severus estaba conforme, era mejor eso que una mirada de desprecio (como la que recibió el día que lo conoció).

—¿Cómo han estado?— preguntó Hermione, mientras todos caminaban hacia el interior de la casa.

—Bien, hija— contestó la otra mujer—. ¿Y ustedes?

Severus se quedó algo rezagado, cerró la puerta y respiró profundamente. Después, ya armado de valor, dio media vuelta y se dirigió al comedor, donde sus suegros tomaban asiento.

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