Vivir

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"(...) Es necesario haber deseado morir para saber lo bueno que es vivir".

*****

Hermione estuvo a punto de caerse del miedo y la estupefacción. Soltó todo el aire que tenía contenido en los pulmones y bajó la varita lentamente.

Snape estaba de pie en medio del salón, tan quieto que apenas se podía ver. La joven Gryffindor, recobrando la compostura, se agachó para recoger la bolsa del piso, y encendió la luz.

—Casi me muero del susto— susurró Hermione, todavía con el corazón palpitando desaforadamente.

—Lo siento— se disculpó el mago en voz baja. Se miraron por un largo momento, como si fuera la primera vez que se vieran en sus vidas.

De pronto, Severus fijó la vista sobre la mesa de café en medio de la sala. Hermione, presa de la curiosidad, observó el lugar que él veía, y notó que era la carta de Ron. En apenas un segundo, la muchacha comprendió que había una y mil formas de malinterpretar las palabras que el muchacho le había escrito, pero no creyó necesario tener que dar explicaciones: era Severus el que tenía que darlas. Así que volvió a mirarlo a los ojos, y él hizo lo mismo.

El profesor Snape, en tanto, todavía se estaba recuperando de la sorpresa que se llevó cuando, luego de viajar por la Red Flu y de creer que aparecería en el antiguo apartamento de Hermione, llegó, sin embargo, a esa casa desconocida. Era evidente que, dadas las circunstancias, ella se mudara, por eso no dijo nada al respecto. Por eso y porque no le salían las palabras, se le atascaban en la garganta. No sabía cómo comenzar. No obstante, y para su suerte, fue Hermione la que habló primero:

—Pensaba que ya no vendrías— musitó la joven, caminando hasta un sillón y dejando allí la bolsa con pasteles. Pero como sentía las piernas rígidas, prefirió no sentarse.

Él estaba todavía donde lo había encontrado, de pie frente a la chimenea. La distancia entre ellos era de varios metros, y ninguno parecía dispuesto a hacer que fuera menor.

—Yo también— dijo Snape en un murmullo. A pesar de estar viendo a Hermione directamente a los ojos, sostenerle la mirada le estaba costando más de lo que hubiese querido. Se sintió morir cuando advirtió que la expresión de ella no le decía nada, era completamente indiferente. Severus tragó saliva y suspiró antes de proseguir: —. ¿Es buen momento?

—Sí— contestó Hermione en voz baja mientras asentía con la cabeza levemente. Tuvo que admitir para sus adentros que tenía miedo de lo que él fuera a decirle, pero no pensaba demostrar debilidad.

El canto de los grillos era un sutil rumor entre el silencio que se asentaba en la habitación. Hermione, en un repentino arrebato de frivolidad, pensó que le encantaría hacerle a Severus un recorrido por su casa para mostrársela. Sin embargo, ese pensamiento inoportuno y superficial fue cortado cuando él soltó aire con fuerza, dio unos pasos hasta quedar detrás de una butaca y se sujetó con las manos al respaldo de ésta. La chica nunca lo había visto tan titubeante y nervioso.

Snape carraspeó y dijo:

—Antes que todo, es preciso que sepas que...— Hizo una pausa en la que cerró los ojos un instante—. Que lo que dije la última vez no es cierto. No me arrepiento ni pienso que fue un error. Me descontrolé, y... te pido perdón por eso. — Hermione alzó las cejas, conmovida, y asintió una vez. Severus apretó los labios, se irguió sin soltarse del respaldo y continuó: —. Ahora, y como tú bien señalaste, mereces que te diga las razones por las que estoy... haciendo esto— manifestó con toda la firmeza que pudo. Se calló para que ella dijera algo si le apetecía.

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