Precauciones y descuidos

3.6K 228 59
                                    


N. de A.: un capítulo un poco más corto que los anteriores, pero se viene lo bueno, se viene lo bueno. 

*****

"Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida".

*****

Aquel lienzo vacío en la biblioteca captó su atención. No lo había visto antes, al menos no que pudiera recordar. Sabía que no estaba allí durante sus días en Hogwarts. Era bastante extraño.

Aun así, el libro de Encantamientos Avanzados (que leía ya por enésima vez) le fue más interesante que ese pequeño enigma.

Quería distraer a sus pensamientos de la conversación reciente con Severus. No le entraba en la cabeza que le hubiera hecho semejante petición.

Negó con la cabeza mientras sus ojos pasaban por las páginas, leyendo inconscientemente.

De pronto, una voz detrás de ella la hizo dar un brinco en su asiento.

—¿Señorita Granger?

Sobresaltada, Hermione miró hacia los lados en busca de la persona que le habló tan cerca a pesar de que no oyó a nadie acercarse, hasta que volteó y se encontró con el retrato del mismísimo Albus Dumbledore en el lienzo en que minutos antes no había absolutamente nada.

—¿Profesor Dumbledore?— preguntó de vuelta la chica, asombrada—. Señor, es un placer verlo de nuevo— declaró entonces, cayendo en cuenta de que hace más de un año que no veía ni hablaba con el antiguo director de Hogwarts.

—El placer es mío— contestó el anciano afablemente, al tiempo que hacía una elegante reverencia—. Disculpe si la interrumpí, al parecer estaba bastante entretenida estudiando... aunque, la verdad sea dicha, no me sorprende.

A Hermione, sin saber muy bien por qué, le resultó imposible no sonrojarse con las palabras del mago, así que sólo atinó a sonreírle tímidamente.

—Sí, bueno... es tan sólo una distracción— titubeó, mientras cerraba el libro y lo acomodaba en su regazo por el mero hecho de mantener las manos ocupadas.

—Puedo suponer, si me permite la intromisión, que halló una relación entre los elfos domésticos y los encantamientos avanzados, ¿no es así? — interrogó Dumbledore, escudriñando el texto que sostenía la chica—. Es bastante interesante.

—¿Cómo dice?— Hermione estaba completamente aturdida. ¿Qué tenían que ver los elfos domésticos?

—Le ruego perdone mi falta de elocuencia. A lo que voy es que, por lo que tengo entendido, usted volvió para hacer una investigación— manifestó el anciano, una pequeña sonrisa adornó sus labios al ver el nerviosismo incómodo de la joven Gryffindor—. Pero no se preocupe, no quiero importunarla. — Albus hizo otra ligera reverencia y se dispuso a irse.

—¡No, señor! No me molesta— se apresuró a decir la chica. Al verlo, una pregunta bastante importante irrumpió en su mente, y sabía que él era el más indicado para sacarla de sus dudas—. En realidad... quisiera preguntarle algo— declaró gravemente. Miró por sobre su hombro para cerciorarse de que nadie estuviera escuchando.

El mago se detuvo y observó a Hermione sin perder la sonrisa, pero con la mirada seria de quien sabe que trata un asunto delicado.

—Adelante— pidió Dumbledore, inclinándose levemente. Ella se sintió sumamente incómoda ante esos penetrantes ojos azules. Carraspeó antes de hablar.

SentirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora