Ojos nuevos

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-¿Era tan complicado?- le preguntó Snape con su típico gesto de alzar la ceja que lo hacía parecer aún más arrogante.

No había pasado ni una hora y Hermione pudo hacer la poción que la primera clase había resultado en un rotundo fracaso. Con la ayuda de su profesor fue infinitamente más fácil y hasta le pareció un simple juego de niños.

-No, señor- respondió vencida. El truco estaba en cortar los ingredientes un poco más pequeños que lo que indicaba el libro y agregarlos uno a uno, no todos a la vez.

Ella, como el primer día estaba enfadada con él, lo había hecho todo sin una pizca de delicadeza ni dedicación.

Snape estaba detrás de ella observándola por encima de su hombro. La chica no le devolvió la mirada, al parecer encontrándose un tanto apenada.

-Puede retirarse luego de dejar todo como estaba.

El hombre fue hacia su escritorio a ordenar el montón de pergaminos que se encontraban allí.

Hermione empezó a guardar los utensilios con sumo cuidado. El calor que emanaba del caldero le enrojecía las mejillas y la hacía sentir incómoda. Se preguntó si podría soportar más "clases particulares" con él. A pesar de que no había sido tan desagradable como esperaba, sí que fue bastante molesto cuando ella cometía algún error o no sabía cómo continuar. Sin embargo, se vio dispuesto a cooperar.

No hablaron más de la cuenta, sólo alguna que otra pregunta e instrucción y, de vez en cuando, comentarios incisivos por parte de Snape. Nada más.

Y pese a ello, le seguía resultando muy extraño estar a solas con él. No sabía bien cómo actuar ni qué decir. Quizá a todos les pasaba.

Cuando hubo terminado su tarea, se aproximó al escritorio donde estaba el profesor terminando de corregir algunos trabajos. ¿Es que ese hombre no dejaba nunca de trabajar?

-Ya estoy lista. Muchas gracias, profesor- Se encontraba frente a él, jugueteando con sus dedos para tenerlos haciendo algo y calmar su nerviosismo.

Snape sólo levantó los ojos para mirarla, mantenía el ceño fruncido por la concentración. El silencio que se prolongó antes de que hablara, a Hermione se le hizo agobiante. El hombre le escrutaba el rostro como queriendo intimidarla, asustarla para que se largara de su vista, pero ella en ningún momento desvió la mirada. No porque no le atemorizaran los ojos negros, sino porque no era capaz de hacerlo. Tenían algo... algo que no supo identificar. Algo que la llamaban a querer ahogarse en su visión, cual si fueran un pozo sin fondo en el que estaban contenidos un millón de intrigantes secretos. Algo nuevo.

Repentinamente, él volvió la vista a su trabajo, dejándola inmersa en aquel desconocido terreno al que la invitaron sus ojos. No pudo evitar querer saber más. Todo su ser rebosó curiosidad y anhelo. ¿Qué tenía Snape? De pronto cayó en cuenta de que lo que ocultaba al mundo era algo que tenía que ser descubierto. Debía descubrirlo, y no para cuchichear a sus espaldas. Deseó con fervor conocer al esquivo y agrio hombre que tenía al frente.

-Buenas noches, señorita Granger- Su voz sonó ahogada por estar con la cabeza gacha mientras escribía.

Hermione parpadeó para volver a la realidad. Una realidad en la que jamás podría ahondar. Si Snape no había dejado entrar a alguien en su vida nunca, ella no lograría mucho más. Él la detestaba, y nada que pudiera hacer cambiaría eso.

A no ser...

"No. No se puede", pensó mientras se despedía y salía del despacho cerrando la puerta con suavidad. "Es imposible tratar con él".

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