Chismes peligrosos

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N. de A.: De verdad, muchísimas gracias por sus comentarios, sus votos y por seguir esta historia :) Hoy se cumple un año desde el fallecimiento de nuestro Alan, pero sigue vivo en nuestros corazones y en nuestro recuerdo... siempre. 

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A Hermione casi se le cae la mandíbula al piso; Neville llevaba la misma expresión en su rostro. Pese a la distancia, ella notó lo pálido que estaba.

La joven intentaba infructuosamente decir algo, cualquier cosa, pero nada salía de su boca.

¿Por qué demonios estaba Neville ahí?

—Hola, Hermione— dijo él con la voz débil. Se acercó a su amiga dando pasos vacilantes. Hermione, debido al frío y a la embarazosa situación, lo único que pudo hacer fue abrazarse a sí misma.

—Hola, Neville. ¿Qué haces aquí?— inquirió despreocupada la muchacha, como si nada hubiese ocurrido.

—Yo-yo... seré aprendiz de la profesora Sprout— explicó Neville, incómodo. Ahora estaban frente a frente—. Me dijo que estabas aquí, así que... vine a, vine a verte...— Hermione perdió el poco color que le quedaba en la cara, y la barbilla comenzó a temblarle descontroladamente.

—Neville... por favor... dime qué viste. — No quería escuchar la respuesta, pero debía.

—Bueno... parece qué más de lo que tendría que haber visto— respondió él, casi por inercia.

Hermione inhaló y exhaló hondo un par de veces. Ahora que Neville lo sabía, ¿qué se suponía que tenía que hacer? Desmentirlo sería estúpido, y no se le ocurría ninguna excusa razonable. De pronto, pensó que un Obliviate era más que suficiente...

—Te lo explicaré— murmuró entre dientes—, pero primero iré a cambiarme... ¿me esperas un minuto?— Neville asintió, incapaz de articular palabra.

*****

Al entrar a su habitación, Hermione se vistió con lo primero que encontró, se arregló el cabello frente al espejo y guardó todas sus cosas. Antes de volver al corredor, de nuevo pensó que lanzarle a un Obliviate no era tan descabellado. Sin embargo, descartó la idea inmediatamente.

"No puedo hacerle eso, es mi amigo", dijo una vocecita en su cabeza. La voz de la razón.

Resignada, suspiró y salió. Allí se encontró a Neville, en la misma posición en que lo había dejado, era como si lo hubieran petrificado, estaba pálido y muy quieto.

La castaña se armó de valor y le contó todo lo que había sucedido los últimos meses.

Cuando terminó, soltó todo el aire contenido en sus pulmones, como si estuviera deshaciéndose de los últimos vestigios de un gran problema. Y tal vez así era. Se sentía algo más desahogada. No se había dado cuenta de cuánto necesitaba hablar de ese tema con otra persona.

Luego de unos minutos de silencio, Neville reaccionó, pestañeando un par de veces y removiéndose un poco tenso.

—Hermione... no puedo creerlo. ¿Snape? No...— balbuceó el chico, intentando dar con las palabras correctas—. ¿Segura que no te hechizó o algo?

—¡Claro que no!—espetó Hermione, escandalizada—. Las cosas... se dieron, nada más... ¡no debes decírselo a nadie!— Al oírla, Neville dio un paso hacia atrás, negando con la cabeza.

—No... no puedes pedirme eso, Hermione. Soy un asco para guardar secretos, siempre termino arruinándolo todo— decía mientras seguía retrocediendo, y Hermione avanzando. De pronto, la espalda del muchacho chocó con una pared, quedando a un palmo de distancia de su amiga. Ésta se alzó para quedar a su altura, y con ambas manos, lo tomó con fuerza por la camisa.

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