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    —Y ¿qué esperas que haga?, ¡no puedo estar en todos lados!

    Llevó sus manos a su cabello, tirando de él con fuerza.

    —No estoy quejándome, Gerard —susurré, con la voz temblorosa.

    —¿Entonces? ¿qué? ¡No entiendo lo que intentas decir!

    Su pecho subía y bajaba rápidamente debido a la acalorada discusión.

    —¿Cuándo fue que dejamos de querernos, Gerard?

    Miré mi regazo, algo avergonzada de haber dicho eso sin pensarlo. Comencé a jugar con el borde de mi camiseta, esperando a que respondiera.

    —No lo sé, y tampoco importa mucho ahora.

    —¡Pero esa es la razón por la que estás peleando!, ¡Jesucristo!

    —¿Vas a gritarme de nuevo?, ¿te das cuenta?

    —Ya no me importa esto. Ya no quiero esto, Gerard.

    —¿Ahora la harás de inocente, aún cuando tú comenzaste con esta pelea?

    —Yo no hice más que preguntarte algo. ¿Quieres dejar de culparme por todo?, ¿me harías ese enorme favor?

    Tomé la bolsa deportiva y terminé de atar mis agujetas.

    —¿Sabes qué?, ¿sabes qué, Milla?

    —¡¿Qué, Gerard?!

    Sus preciosos ojos me miraron, enardecidos, recelosos, como me habían mirado unas veinte veces más antes.

    Entreabrió los labios, queriendo decir algo, pero sólo permaneció así. Cerró lentamente los ojos, privándome de ver aquellos orbes que tanto me gustaban.

    —Sólo..., sólo lárgate, ¿quieres? Hablaremos cuando dejes de actuar tan estúpidamente y el ego se te baje.

    Limpié furiosamente la gota salada de mi mejilla y salí de ahí. No azoté la puerta; no pensé siquiera en ella. Sólo quería irme de ese lugar.


    ¿Cuándo fue que todo esto cambió?

Mine | Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora