Sudor frío recorría mi frente y sentí los latidos de mi corazón en la boca.
—¿Qué quieres? —murmuré, entrecortada.
Seguía mirándome a los ojos. Sus manos temblaban. Su cabello lucía asqueroso, para ser sincera, y las puntas estaban sucias. Muy sucias. Sus pantalones tenían manchas enormes, pero resaltaba una en su pierna. Recordé la herida que Valeska le hizo, y supuse que no se la había tratado.
Estiró la mano derecha, intentando tocar la mía.
La recogí y lo golpeé en la cabeza con el control remoto.
—¡Vete!
Se llevó las manos a su pecho y bajó la mirada.
Parecía un idiota retrasado.
—¡Deja de actuar así!, ¿qué quieres?, ¡vete, Gerard!
—De verdad lo...
—¡Cállate!
Cogí el florero de la mesa y lo tiré hacia él, sin importarme si la alfombra se mojaba o el piso se arruinaba.
—¡Tú —lo señalé—, tú la mataste, y no sé qué quieres aquí —en ese punto yo ya estaba hablándole a una mancha borrosa—. ¡Vete!, ¿es que no entiendes? ¡Arruinaste toda mi vida, me arrebataste a mis hijos, y yo creo que ya ha sido suficiente! —Las lágrimas por fin salieron, y mi vista ya no estaba tan nublada.
Quería sentarme porque sentía que en cualquier momento mis piernas se doblarían y caería.
Pero seguí en pie.
—¡Di algo! ¿No me golpearás? ¡Anda, aquí, justo aquí! —toqué mi mejilla.
No podía creer que era yo la que gritaba y él sólo estaba mirándome con miedo.
—Si te quedarás parado ahí como un maldito estúpido, será mejor que te largues. ¡Ya, vete —lo empujé y él tropezó. Soltó un quejido—, te odio!
No supe en qué momento lo comencé a patear.
Ni cuándo comenzó a sangrar.
Mucho menos cuando gimió de dolor y gritaba perdones inútiles, que de nada me servían ya.
La cadera me dolía terriblemente y apenas podía respirar correctamente, pero no me importó.
—¡Dime, qué sientes, ¿eh?! ¿Llevas algún bebé en tu vientre?, ¡ojalá lo hicieras, y así sentirías al menos la mitad de lo que yo!
Escuché la puerta abrirse, pero continué tirando de su pelo.
Hasta que volvieron a tomarme por la cintura de manera brusca y administrarme más calmantes vía intravenosa.
Alguien susurraba cosas que al comienzo no entendí, y me calmaba, o al menos intentaba hacerlo.
—Tranquila, ya, ya está. Duerme, aquí estoy, cariño —acarició mi cabeza.
ESTÁS LEYENDO
Mine | Gerard Way
Fanfiction❝Yo..., yo no sé con precisión qué diablos somos, pero sí, que tú eres mía.❞