4.

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    —Y ¿qué planeas entonces?

    Suspiró pesadamente y pasó un mechón de su largo pelo azabache por detrás de su oreja izquierda.

    —Supongo que tendré que ir de nuevo.

    Ella azotó su vaso de leche en la isla y gritó un sonoro ''No''.

    —¿Por qué, papi? ¿Por qué no puede ir alguien más?, ¿eso significa que no estarás para mi cumpleaños?

    Una lágrima rodó por su mejilla, y con ella, los quejidos comenzaron.

    —¡Bandit!

    Pero mi reprimenda no sirvió más que para aumentar su llanto.

    —Está bien, déjala —susurró Gerard, acercándose cuidadosamente a ella.

    Sin embargo, en lugar de un abrazo recibió un manotazo.

    Me levanté del banco y me adosé hacia ella. Esta vez no soltó otro golpe, sino que me rodeó todo lo que sus cortos brazos pudieron hacerlo y empapó la parte delantera de mi blusa.

    —Veremos qué podemos hacer, cariño —intenté calmarla—. Pero no lo golpees; si él pudiera, pasaría todo tu día de cumpleaños apegado a ti.

    Se despegó repentinamente de mi regazo y murmuró:

    —No quiero una fiesta de cumpleaños.

    Y echó a correr luego de decir la última palabra.

    Gerard se llevó las manos a la cabeza en lo que me pareció un intento por tranquilizarse. Posé mi mano en su hombro, alargándome para hacer posible el tacto.

    —Se le pasará. Es una niña, y los niños no sobreviven sin fiestas de cumpleaños.

    Él asintió lentamente, poco convencido.

    —¿Viste cómo me golpeó? Tú le enseñaste eso, ¿a que sí, Milla? Dijiste que cuando niña, eras muy ruda. ¿Le contaste tu historia? Milla, si Ban...

    Solté una risita.

    —Cállate, Gerard. —Sacudí mis pies—. No te contaré más de mi infancia si continúas así.

    Arqueó una ceja.

    —Es una lástima que ya lo sepa todo con lujo de detalle, ¿no?

    Negué con la cabeza, divertida.

    —Deberías estar consolándola. A veces ni siquiera baja a cenar.

    —¿De verdad? —preguntó asombrado por la revelación.

    —No, Gerard. Me sorprende lo poco que sabes de tu hija —musité entre risas.

    Esta vez, él negó. Se puso de pie y avisó:

    —Abrígate, vamos a cenar ahora. Enciende el auto, ¿quieres? Bajaré con ella en unos minutos.

    Asentí y terminé de beber el jugo para luego subir y ponerme una chaqueta.

Mine | Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora