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    Subió las escaleras, pero la llamé antes de que llegara a la segunda planta.

    —¡Bandit!

    El rumor de sus pisadas dejó de oírse, y luego reanudó; se oía más cercano, sin embargo.

    —¿Sí? —asomó su cabeza.

    —Ven, cariño.

    —¿Qué pasa? —se sentó en mis piernas.

    Acaricié su cabeza y pasé mi mano por su cabello. Mi miraba atenta.

    —Necesito preguntarte algo.

    Y arqueó una ceja. La maldita arqueó una ceja.

    Y me sentí tan patética. Con una hija que hace cosas que yo jamás podré hacer y un esposo que me engaña.

    —¿Qué cosa?

    Acarició mi brazo y me sonrió, mostrando la precocidad de su nuevo diente.

    —Necesito que me digas cómo es la mujer que le da besos a papi.

    Su ceño se frunció. ¡Dios mío!, ¡tiene siete años! ¡Y eso es culpa de las manías de Gerard!

    —¿Tú?

    No, cariño. Hace mucho tiempo que papi y yo dejamos de besarnos, de tocarnos, de querernos.

    —No. La que va con él a la escuela.

    La arruga en su frente desapareció y movió su cabeza asintiendo.

    —Tiene el pelo amarillo. ¿Se dice amarillo, mami?

    Reí.

    —No importa. ¿Qué más?

    Entrecerró los ojos..., como Gerard.

    —Usa faldas muy cortas, mami. ¿Qué lleva debajo? El otro día me agaché y vi que tiene un...

    —¡Bandit!

    Abrió los ojos exageradamente y dejó de hablar.

    —Tenía un...

    —Bandit —advertí.

    —¡Mami! Déjame decirte, por favor.

    Tosió fuertemente y se ajustó más el suéter.

    —¿Qué más, Bandit?

    Soltó un estornudo y sorbió su nariz.

    —Tiene un tatuaje en la pierna.

    Asentí lentamente.

    —¿De qué es?

    —Es un ''Bad girl'' y tiene muchas estrellas y calaveras.

    No esperaba otra cosa.

    —¿Es todo?

    —Uh, ya no recuerdo otra cosa. Lo siento.

    La abracé y le susurré:

    —Está bien. Gracias, corazón. Ve a ponerte una bufanda, ¿quieres?

    —Sí.


Mine | Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora