5.

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    —¿Qué pasa? —posé mi mano en su hombro.

    Se volvió a verme. No sé de quién heredó esos ojos azules. Hubiera preferido que se parecieran a los de Gerard.

    —Dijo que haría lo posible, cariño —me incliné hasta estar a su altura—. Lo prometió. Y tú sabes que él no rompe sus promesas.

    Perdió interés en mí cuando sonó el timbre de nueva cuenta. Se aproximó a ella y me echó un vistazo por sobre su hombro antes de abrir.

    La cabeza se le hundió en los hombros cuando fue Lindsay y no Gerard quien apareció con una enorme caja forrada de papel azul brillante.

    —¡Feliz cumpleaños, mi vida! —vociferó.

    —Gracias, tía —susurró y tomó la caja como pudo para llevarla arriba.

    —¿Qué le sucede? —inquirió acercándose a mí.

    —Gerard —murmuré viendo mis zapatos.

    Masculló un ''oh'' y asintió, como si ese simple nombre explicase todo.

    Y, en realidad lo hacía.

    Más llamados del timbre sonaron, más regalos recibió y más ''gracias'' farfulló. Pero ninguno se comparó con el último regalo que recibió, con el ''¡gracias, papá!'' que chilló y con el gozo que llenó su corazón a las cuatro de la tarde cuando Gerard apareció en casa con la bicicleta que quería la semana pasada.

    —Quizá tú también quieras un regalo esta noche, cariño —musitó suavemente mientras me abrazaba.

    Mi corazón rugió contra mi pecho y no creí que fuese posible sentirme más dichosa.

Mine | Gerard WayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora