MY WRISTS ARE RIVERS

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PRÓLOGO

Traumatizado y enfermo Harry llega a su nueva casa de Fowey en la costa inglesa. Un hogar al que llamar su última morada, un lugar en el que por fin poder descansar en paz.

CAPÍTULO 1.

Allí estaba la casa. Elevándose imponente y desolada, envuelta en neblina, custodiada por un millón de sombras y apartada de todo, en mitad de ninguna parte. Son más de las cinco y parecía que su nuevo hogar no lo recibía precisamente con los brazos abiertos.

 Mientras alzaba la vista para contemplarla, la idea de que aquel era un lugar mágico le rondaba. Podría aquella magia llegar a revivirle?

La puerta crujió como en las mejores películas de miedo y la primera señal de bienvenida fueron un par de ratones correteando asustados. La luz de la entrada no funcionaba y poco a poco el peso del mundo volvía a alojarse en sus hombros.

Había soñado con una bonita casa frente al mar, una casa grande y acogedora con todas las comodidades necesarias, pero aquel caserón era viejo, húmedo y lóbrego y sin ningún género de duda no estaba acondicionado para vivir en él.

Dejó la mayor  parte de su equipaje en la despensa de la enorme cocina, que por ridículo que parezca, era el único rincón al que no habían accedido los pequeños habitantes de aquel lugar y rápidamente cogió su Porche Cayman rumbo al pueblo, volvía a salir huyendo y aquello no le gustaba en absoluto.

Fowey  efectivamente era una pequeña localidad perdida de la mano de Dios y la oferta hotelera no era precisamente muy abundante. Después de dar vueltas como el perfecto “turista” que era, por fin dio con Old Quay House, un encantador hotelito con vistas al estuario.

Entró resoplando al vestíbulo, medio congelado, estaba del peor humor que recordaba en semanas. Se suponía que había acudido allí para liberarse y en la medida de lo posible ser feliz y todo estaba saliendo de la peor forma posible, no sabría la cantidad de días que tendría que alojarse en ese sitio y lo único que quería era estar solo.

Levantó la mirada con la única idea en mente de subir a su habitación y darse un buen baño caliente y se topó con los azules ojos de un chico que lo miraba inquisitivamente con las cejas arqueadas, en respuesta y sin poder evitarlo Harry bajó los párpados mientras una oleada de sangre teñía sus mejillas.

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