CAPÍTULO 54.
La casa lo protege y lo abriga como una perfecta prolongación de Louis. Ha ido a pasar la tarde al hotel para ayudar a su madre, mientras Harry aprovecha para rematar la habitación del fondo. Sólo le queda vestirla con cortinas, mantas y demás, ya tiene los muebles, los libros, la cama e incluso el colchón. Dudó en convertirla en una especie de biblioteca, pero sabía que esa duda no era más que el miedo a sorprender a Louis con una habitación de matrimonio que de momento no les serviría para mucho.
Habían avanzado, los besos y las caricias ya no eran algo excepcional, es más se estaban convirtiendo en un problema claramente físico. La necesidad de ambos crecía día tras día y una especie de fiebre los consumía y desesperaba.
A menudo se preguntaba hasta donde llegaban los límites y la paciencia de Louis. Hacía demasiado tiempo que lo esperaba. Temía que en cualquier momento desapareciese de su vida como el mejor de los sueños. Se sentía culpable y a la vez, paralizado para actuar.
Un té enfriándose lo esperaba en la galería, decidió calmarse un poco y procurar no pensar en el pasado. Se quedó mirando la pila de libretas de Louis, mientras intentaba poner en orden sus ideas. Aquellos eran los borradores de su libro. Se dejó llevar por la curiosidad.
Su trazo era el de una escritura pausada impregnada de pena, de miedo a la pérdida y de desconfianza, que descubría a cada página los sentimientos de su autor. Cada pensamiento de aquel mes sin él había quedado reflejado allí.
Y sin más los viejos fantasmas que habían poblado su mundo desaparecieron, se marcharon lejos. Las nieblas, las dudas, la incertidumbre, todo ello convertido en un rastro apenas imperceptible de polvo gracias a aquellas palabras impresas, gracias a aquella declaración de amor.
Unas manos se posaron en sus hombros, el olor a canela y menta lo embriagó delatando a su portador. El corazón desbocado. Se sentía resplandeciente y vivo, extrañamente poderoso, había tomado una decisión.
Louis lo giró y no apartó la vista, le resultaba difícil, incluso ahora, mirarlo a los ojos sin sonrojarse y Harry notó que su respiración se aceleraba por la anticipación del momento. En ese instante el poco control que tenía desapareció. Tragó saliva, inseguro pero emocionado. Algo iba a suceder y por una vez no quería frenarlo. El ruido de un pequeño suspiro escapando de los labios entreabiertos de Louis le dio la señal que estaba esperando. Se sujetó con fuerza a su camisa, aferrándose, las manos le temblaban.
Hacía calor, el aliento de cada beso quemaba sobre la piel. Se estremecían con cada roce.
CAPÍTULO 55.
Olvidó toda prudencia, toda precaución, sintió que era el momento. Tomó su mano y se llevó la muñeca de Harry a la boca, rozando y besando cada una de sus cicatrices. Su piel estaba cálida, a pesar del frío de la noche y tembló al tocarlo. El aliento entrecortado y la sonrisa insinuante del otro lo invitaban a continuar.
Un nudo en el estómago le dificultaba la respiración. Gotas minúsculas de sudor recorrían su cuerpo. Se abrazaron, la piel ardía. Le quiso susurrar palabras tranquilizadoras al oído y sólo supo decirle que siempre lo cuidaría. Le acarició el pelo, las mejillas. Se detuvo en los labios entreabiertos. Se besaron como locos, con la premura y la pasión de quien necesita saber que está vivo.
Louis se oyó gemir después de una agonizante y lenta caricia, se sintió a sí mismo dejándose llevar, desbordándose. Las sensaciones eran tan intensas que por un momento se olvidó del mundo.
Aquella noche recorrió cada centímetro de la piel del otro. Probaron el sabor de la sal, del cacao y de las rosas. Sus ojos eran de un verde profundo, como el de un bosque y hermosos hasta donde la imaginación pudiera alcanzar. Nunca en su vida había visto unos ojos como aquellos.
Su risa sonaba como las campanas. Las mejillas encendidas, por el placer, mientras inclinaba la cabeza hacia un lado. Su cuello blanco, ligeramente húmedo por el sudor, sus jadeos profundos y sedosos.
Sintió los labios de Harry rozándole la frente, los párpados con la fragilidad de una primera vez.
Lo besó entonces más intensamente, mientras lo empujaba lentamente sobre la cama de ropa en la que se había convertido el suelo, ahogando un suspiro. Los movimientos comenzaron a ser erráticos y desesperados mientras la temperatura no dejaba de subir. Sus torsos se tocaban a cada momento por la rapidez de sus respiraciones.
H: Lou… - rogó aferrando las manos a su cintura. Louis parpadea aturdido, sin saber cuál es el siguiente paso, respondiendo instintivamente creando más fricción. Harry se estremece bajo él sin aliento, enterrando su cara en su cuello.
Una mano de dedos suaves está al sur de su ombligo, un cuerpo excitado contra otro completamente desnudo, completamente entrelazados… ya no saben parar.
Se muerden, se lamen, se arañan, entregándose al placer de sentirse arrasados.