Después de una noche agitada Harry se reconforta con el agua tibia de la ducha; en el espejo mateado distingue a través de una bruma su rostro demacrado y recuerda el momento en el que cayó enfermo…pero no va a dejar que la amargura lo consuma, no va a consentir que el pensar le vuelva a hacer daño, que la verdad le vuelva a cubrir como una ola.
En este mundo trágico tenía que haber un lugar donde al menos pudiera recostar su cabeza y descansar o por lo menos iba a tratar de construirlo en aquel caserón.
Era un día soleado, frío y vigorizante. Se sentía lleno de energía ante la idea de comenzar a trabajar entre aquellas paredes, convenciéndose de que era posible vivir allí.
Una vez en lo alto del acantilado se dirigió a su nueva y destrozada casa, el silencio se deslizaba hacia afuera desde el interior para darle la bienvenida, se podía oír perfectamente; envolvía y asfixiaba. Amenazaba y atemorizaba. Finalmente y sin saber de dónde venía, el silencio se rompió con el sonido de unos pasos ligeros.
Con cierto temor se acercó a la fuente de aquel ruido pero no pudo ver más que una sombra alejarse. Aquello era increíble, la maldita casa no sólo estaba hecha una ruina sino que aún encima tenía okupas, sólo le faltaba el fantasma para hacer el trío perfecto. Tendría que asegurar las entradas en primer lugar para evitarse futuras visitas. Le esperaba un largo y duro día de trabajo.
Madre de Dios! Estaba a punto de darle un infarto, menos mal que había escuchado el ruido del motor del coche a tiempo, sino, no habría conseguido salir de allí sin ser visto.
Se había quedado perplejo cuando descubrió que la propiedad tenía dueño. Aquel lugar llevaba vacío casi desde que podía recordar y justo en el momento que se le había ocurrido utilizarla para algo tenía la mala suerte de perderla en el mismo instante que la pisaba.
Tendría que buscarse otro rincón en el que poder concentrarse y escribir…aunque también podría investigar un poco y averiguar que pretendía hacer con la casa el nuevo dueño. Se acercaría hasta Knight Frank a ver si su amigo Zayn sabía algo sobre el propietario.
Cuando entró en la inmobiliaria no pudo evitar sonreír al ver a su amigo recostado sobre su escritorio medio dormido. Era la persona más perezosa que conocía y pese a los años que llevaba al frente del mismo, todavía se sorprendía de su éxito con el negocio de venta de inmuebles.
El moreno se desperezó como un gato y saludó a Louis con un fuerte abrazo, charlaron sin prisas de lo humano y lo divino, pero Zayn sólo pudo ayudar con el nombre del nuevo anfitrión de la casa del acantilado.