Capitulo 52 "Es Bizzle, Selena. Nunca se te olvide. "

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Sentí como tocaron la puerta un par de veces, gruñí por lo bajó y abrí los ojos lentamente. Intente moverme para levantarme, pero Justin me llevó mucho más cerca de su cuerpo al mismo tiempo que gruñía.

A Justin no le gusta que lo despierten... y a mí tampoco.

—Tengo que ver quién toca —susurré.

—¿Quién es? —gritó Justin con su voz gratamente ronca.

—Joven Bieber, lamento haber interrumpido su sueño, pero buscan a la joven Ruso —dijeron desde el otro lado.

Fruncí el ceño. Justin abrió los ojos rápidamente y me miró.

—¿Esperas a alguien? —preguntó.

—No.

—Entonces no vayas y quédate aquí conmigo.

—Es muy mala educación dejar esperar a las visitas.

Bufó.

—¡Que se jodan, está muy temprano!

Reí.

—Tienes un reloj inmenso en la pared, son las once y media de la mañana.

—Eso es temprano. Sólo los esclavos madrugan.

Despeine su cabello, me acerqué a su cara y me di un beso en la mejilla. Me coloqué de pies y me di la vuelta para mirarlo.

—Ya regreso.

—Si no estás en quince minutos aquí, bajare a buscarte

—Si, como sea.

Caminé hacia la puerta de la habitación y allí estaba Olivia.

—Gracias por avisar —agradecí.

—Estaré limpiando las habitaciones, abajo está el desayuno listo. Si necesita algo me avisa.

Asentí y baje las escaleras con lentitud. Amaba esta casa de Justin.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, cuando entré a la cocina.

—¡También me alegro de verte! —respondió sarcástica.

—Pensé que seguías en China.

—No estaba en China, estaba en Tokio.

—Es lo mismo; China, Japón, Tokio, Corea.

—Tokio es Japón, Selena.

—Insisto, él lo mismo. Todos son iguales —tomé una manzana y le pegue un mordisco.

—Exactamente por eso estoy aquí.

La miré y me senté.

—¿No pudiste ser Japonesa? Te dije que ellas eran blancas, tú eres morena. Pero, recuerda; Si Michael Jackson pudo ser blanco, tú también.

—Es serio, Selena —dijo sería.

—Entonces habla, Ariana. Despertaste mi sueño y el de Justin. Odia que interrumpan su sueño.

—¿Crees que vendría a joderte si no fuera algo serio? —dijo casi gritando.

—Sí.

—Que cambiadas estas, Selena.

—¿Vienes a mi casa a reclamarme algo? ¡Te puedes largar!

—Vengo a tu casa porque se supone que eres mi mejor amiga.

—Entonces termina de hablar de una maldita vez.

—Tengo un problema. La mafia de Tokio me quiere matar.

—¿Qué? —grité.

Ariana me tapo la boca.

—No grites —susurró— Nunca entregue su mercancía completa, siempre agarraba un poco para vender de mi parte y ellos quieren que les pague lo robado.

—¿Qué? Ariana no sólo te va a matar la mafia de Tokio, también te va a matar Justin. Se supone que ibas a Japón a vender de su mercancía a los Japoneses, no a robarlos.

—Lo sé, por eso no quiero que Justin lo sepa.

—Con una llamada lo puede saber.

—Tienes que ayudarme —tomó mi mano.

—¿Cómo te ayudo?

—A pagar lo que les debo, así ellos quedan satisfechos, Justin no se entera y todos felices.

Suspiré y mordí la manzana.

—Está bien, te ayudare. ¿Cuantos les debes? ¿Cien mil dólares? ¿Doscientos mil?

Negó.

—Uno punto tres millones de dólares.

Casi me ahogo con la manzana.

—¿Qué?

—¿Ariana? —se escuchó la voz de Justin. Ariana se puso rígida— ¿Qué haces aquí?

Ariana se quedó en show por unos minutos.

—¿Ariana? —Justin frunció el ceño.

—¿Ah? —reaccionó.

—¿Qué haces aquí? Se supone que deberías estar vendiendo mi mercancía en Japón.

—Lo sé, es que me ha ido tan bien que quise venir a informarles y tomar algunas vacaciones. He vendido mucho más de la mitad en el tiempo planeado.

—¿De cuenta hablamos?

—De unos dieciséis grandes. Los japoneses sí que saben de negocios.

Justin asintió y segundos después sentí sus manos en mi estómago.

—Tengo buenas noticias para ti, en una semana nos iremos a Canadá.

—¿Qué? —dije sorprendida.

—Como lo oyes —besó mi cuello.

—Las cosas han cambiado tanto —dijo risueña Ariana— ¿Cómo sigues de la cabeza?

—Me jode tener que tomarme el medicamento.

—Han pasado tres meses desde que salieron del hospital. Desde entonces las cosas han ido muy bien para todos. Nos va tan bien que podríamos tener todo lo quisiéramos.

Pensándolo mejor, Ariana tiene razón. Desde que salimos del hospital Justin y yo vivimos juntos, las otras casas que tiene, no son como tal casas, se convirtieron en bodegas para los paquetes y carros que venden. No hay enemigos, por ahora. Justin les dio trabajo a unos novatos para que cuidaran de sus propiedades. Su cuenta bancaria crece el triple de la mía. En mi trabajo estoy de reposo, por ahora. Ryan se ha recuperado un poco y en unos días nos iremos a Canadá. Esto debió pasar hace mucho.

—Quiero el registro de todo lo vendido, lo pagado, de lo que nos falta por vender. Quiero comparar ahora con el comienzo.

Ariana asintió tragando saliva. Sabía que cuando Justin leyera esos registros se iba a dar cuenta que le hacía falta dinero, dinero el cual Ariana nunca recibió porque no entrego la mercancía completa.

—Me encargare de eso y te avisare lo antes posible.

—Que sea rápido, no quiero dejar nada pendiente cuando me vaya a Canadá.

—Iré a ducharme, tengo que hacer algunas cosas el día de hoy.

Bufé.

—Todos los días tienes que hacer algo. La casa vacía pasa más tiempo conmigo que tú.

—No tendré nuevamente esta conversación, Selena —me soltó— siempre terminamos discutiendo y arreglándonos con sexo.

Ariana levantó una ceja incómodamente. Tensé mi mandíbula.

—Te he ido a buscar a la policía un par de veces, Justin. No puedo sacarte cada vez que la policía te agarre por competir en carreras ilegales con unos novatos. No habrá una tercera vez —advertí.

—No lo hagas entonces, nunca te pedí ayuda —sin decir más nada salió de la cocina.

Maldije.

—Eso fue intenso —comentó Ariana.

—Tengo miedo de que algún día no lo tenga que ir a la policía, sino a la morgue.

—Justin es un experto en carreras y negocios, no deberías de preocuparte por eso.

—No parece ser un experto, la policía lo ha capturado un par de veces.

—¿Cómo así?

—Justin hace muchas más carreras ilegales que antes, lo hace para obtener los autos y así venderlos. No corren en calles desiertas, corren en cualquier calle de Los Ángeles, se pasan los semáforos y kilómetros locamente. Esto es USA, hay policía en todos lados y muchas leyes, debería de saber eso, no es nuevo en este país. ¿Qué tal si lo deportan?

Ariana rió, la mire mal.

—Es Bizzle, Selena. Nunca se te olvide.

Negué con la cabeza.

—Quítate esa mentalidad, hasta el más grande; tarde o temprano cae.
—Los aceptaste tal y como era, tienes que aceptarlo. Y desde un comienzo también tenías que estar clara para las cosas malas.

—¿Cuando tienes que entregarle el dinero a los japoneses? —pregunté, no queriendo hablar más del tema.

—Ellos están aquí —mojó sus labios— me dieron hasta esta noche.

—Jodido problema, Ariana. Acabamos de quitarnos a los rusos de encima y ahora te metes con los japoneses.

—No voy a insistir más, Selena. Dime si me vas a ayudar o no.

Suspiré.

—Está bien, esta noche iremos a entregarle su dinero.

Ariana pegó un gritó ahogado de felicidad y me abrazó.

—No quiero esto vuelva a pasar —dije sería.

Ella asintió.

—Iré a ducharme y a prepararme para ir a sacar el dinero, no vemos.

Sin decir más nada salí de la cocina y tome rumbo hacia la habitación. Tuve que respirar profundo antes de entrar.

Cuando entré estaba Justin peinando su cabello frente al espejo, se veía muy caliente. Quité mi mirada de él y camine hacia el armario para buscar la ropa que pondría. No era difícil que escoger, no me gusta perder el tiempo buscando ropa.

¡Vaya, ambiente de tensión!

Podía sentir los pasos de Justin caminar por la habitación, hasta que escuché como la cama se hundió, se había sentado en ella. Lo miré disimuladamente por encima de mi hombro, estaba colocando sus zapatos.

—No podemos continuar así, Selena —decidió hablar por fin. Me gire a verlo.

—Pienso lo mismo —respondí.

Dio unas palmadas a un lado de la cama, me estaba haciendo señas que fuera a sentarme junto a él... y lo hice.

—Siento tenerte tan descuidada —paso su brazo por mi hombros y pego a él— sólo quiere terminar con toda esta mierda para irnos tranquilos a Canadá.

Solamente asentí.

—No quiero que discutamos más por esto.

—Yo tampoco, Justin —lo miré— sólo tengo miedo que algún día te vea es en la morgue.

—No digas eso —dio un beso mi cabeza— La vida es simple —me miró— toma decisiones y no voltees para atrás. Yo escogí esta vida. Y tú me escogiste con ella. Nada es perfecto en este trabajo, corres riesgos todos los días. Las personas siguen las reglas, ¿para qué? Dejan que el miedo los dominé, yo no puede ser así.

Me limite a sólo asentir, Justin era terco y obstinado. Íbamos a discutir si le llevaba la contraria.

—¿Llegaras tarde? —pregunté.

—Espero que no —se puso de pies y acomodo su ropa.

—Saldré con Ariana.

—Está bien —sonrió— puedes llevarte cualquier auto.

—No hace falta, ella llevará el suyo —me coloque de pies.

Iba a decir en contra, pero se quedó callado.

—Me voy —se acercó a mis y besó mis labios— Te amo.

—Yo también... te amo.

Sonrió y me dio otro beso para darse la vuelta e irse.

—Justin... —lo llamé antes que saliera, se giró al verme— Cuídate.

—Siempre —me guiñó el ojo y se marchó.

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Mire el reloj en mi muñeca, marcaban las ocho de la noche. Era el momento.

Suspiré y miré hacia el auto donde estaba Ariana, quité la mirada de ella y entre hacia al banco. Por la hora, no había gente, así que fue fácil pasar directo al cajero.

—¿Señorita? —me llamó el señor que me atendía. Lo miré— ¿Está segura que la frase es correcta? —dijo sorprendido, por la cifra del cheque que le había entregado.

—Lo es —afirmé.

—De acuerdo, iré por su dinero —dijo.

Habían pasado un poco más de quince minutos cuando el señor regresó con un par de maletines. Los colocó sobre el estante y abrió ambos. Mis ojos brillaron y los de él también.

—Hay seiscientos cincuenta mil dólares en cada maletín.

—Está bien —quité sus manos de los maletines y los cerré— Gracias.

—¿No quiere que la escolten?

—No, gracias.

—Vaya con cuidado.

Asentí y salí del banco. Entré al auto y coloqué cada maletín en mis piernas.

—No puedo creer que entregues esta cantidad de dinero sólo por mí.

—El dinero viene y va, Ariana.

—Estas algo seria, ¿te pasa algo?

—Nada, sólo quiero terminar con esto.

—Está bien —no preguntó ni dijo más nada.

Ariana condujo durante unos treinta minutos mientras escuchaba música de la radio, yo me limite a revisar mi teléfono a cada momento.

—¡Llegamos! —anunció.

Subí la mirada y me encontré con varios restaurante chinos, hacia la acera izquierda había un callejón donde se podían observar personas.

—¿Estas lista? —preguntó.

—Siempre.

—Entonces... ¿no armas?

—No armas, no venimos a buscar problemas sino a salir de uno.

—Está bien. Te espero aquí —dijo Ariana, mirando hacia el callejón. Sin embargo no la escuché muy bien.

—El barrio chino —susurré, mirando los asiáticos fumar.

—Ten mucho cuidado, Selena.

—¿Cómo que tenga cuidado? —fruncí el ceño— Tu iras conmigo, por tu ambición estamos aquí.

—No pue...

—Si fuiste valiente para robarlos, se fuerte para enfrentarlo.

Ariana suspiro.

—Es hora —miré el reloj que estaba en mi muñeca y tome el par de maletín. Baje del auto y espere que Ariana bajara del auto y le entregue uno.

—Dios nos proteja —la escuché decir.

Resoné los tacones de mis botas de cuero mientras caminaba por el callejón. El tráfico de droga era evidente.

—Prechiosa —dijo un asiático, el cual permanecía a una banda que estaba fumando algo allí.

—Chino asqueroso —susurró Ariana.

Caminamos hacia la puerta del bar donde se supone que estaba el capitán de la mafia japonesa a la cual Ariana robo. Cuatro hombres se giraron hacia nosotras al escuchar nuestros taconeos llegar, uno de ellos hizo que paráramos de caminar.

—El jefe no pidió putas —dijo claramente. Este no era asiático.

—No venimos a negociar, vinimos por negocios —dije.

—Hablar con el jefe cuesta —caminó de forma extraña hacia mí y dio la vuela a mi alrededor— Eres muy hermosa, te puedo dar unos billetes si te abres para mí.

—Lo único se tendrás de mi será un par de patadas en tus bolas —gruñí.

—Uhm, agresiva —dio una palmada en una de mis nalgas— así me gustan más.

Respiré profundo para no patearle el culo ahora mismo, ellos eran cuatro y armados, nosotras dos y desarmadas.

—¿Qué hay en los maletines? —preguntó otro.

—Billetes —respondió Ariana con la cabeza gacha

Hice una seña a Ariana y ella alzó el maletín para enseñarles los billetes. Mientras el inspeccionaba los billetes, los dos hombre de atrás susurraban algo mirando a Ariana. Uno de ellos se acercó y susurro algo en el oído del hombre que reciba los billetes. Inmediatamente dejó de revisar y alzó la cara de Ariana.

—Perra —dijo— ¿cómo te atreves a venir aquí? Acabas de sentenciar tu muerte. Sacó un arma y la apunto— Al jefe le gustará ver tu cadáver.

—¡Alto! —me atravesé en el medio— ella viene a pagar lo que debe. No creo que a tu jefe me guste perder esta cantidad de dinero... Otra vez.

El hombre me miro dudoso y minutos después guardó su arma. He hizo seña a los hombre, quienes enseguida empezaron a escoltarnos hacia el que era su jefe.

Humo, alcohol, mujeres desnudas y un grupo de hombres en la esquina, era lo único que había en este lugar. Detallé el lugar, era como entrar un restaurante chino, sólo que este no había comida si no drogas y mucho dinero ilegal.

Un asiático un poco mayor, con un sombrero inmerso y un cigarro en su boca subió la mirada hacia nosotras. Nos miró por unos segundos atentamente y después empezó a reír sólo. Ariana y yo nos miramos con un gran signo de interrogación en la cara.

—Tienes agallas, mujer —dijo. Me sorprendí por su perfecto inglés y clara pronunciación.

—Kamaha —saludo Ariana, nada contenta.

—Pensaba ir a buscarte para acabar con todo, pero decidí darte veinticuatros horas de vida más. Así aprovechas un poco más de lo que me robaste. ¿Pensaste que no podría llegar a América? —se puso de pies— Tengo más contacto que un diputado en este país. No puedes huir de mí.

—No huí de ti, vine a USA a buscar lo que te pertenece.

Rió y camino hacia nosotras, pero se puso de pies frente a Ariana.

—¿Por qué mientes? —la agarró por mandíbula para que lo mirará. Quise dar un paso, pero no me dejaron sus hombres.

—¡Te estoy diciendo la jodida verdad! —gritó Ariana, como respuesta.

Observé en cámara lenta como el hombre alzaba su mano y la abofeteaba. Nuevamente intente moverme, pero no me dejaron.

—¿Crees que esto es un juego? —la volvió a tomar por la mandíbula, Ariana soltó unas lágrimas— ¡Deja de llorar, maldita sea! —la soltó de golpe. Ella tambaleo— ¿Vienes a mi para disculparte con unas lágrimas?

—Vine a pagarte tu maldito dinero —respondió.

Hamaka miró los maletines e hizo señas a sus hombres para que los acerquen a él. Mientras detallaba los billetes aproveche de acercarme a Ariana.

—¿Estas bien? —susurré.

Ella sólo asintió.

—Parecen que son reales —dijo Hamaka, mientras cerraba los maletines y nos miraba— al menos sé, que no seré estafado esta vez.

—Vinimos a darte lo que ella debe, tómalo o déjalo —dije firme.

Arqueó una de sus escasas cejas.

—Al parecer tu amiga no sabe quién soy yo —comentó hacia Ariana.

—Ni tu sabes quién soy yo —mascullé— Pero, tranquilo, yo me presento sola; Soy __ Russo.

—¿Creen que pueden venir y entregarme dinero como si nada?

—¿Crees que puedes venir a mi país y amenazar de matar a mi mejor amiga? Te pudres o tomas el dinero, decide.

Me reto con la mirada. Se apresuró a acercarse a mí, quedo muy cerca de mi cara.

Asco.

—No te queda el papel de...

—Jefe, está aquí —dijo uno de sus hombres.

Hamaka se alejó y acomodo su traje.

—Ellas no pueden estar aquí —maldijo— ¿Por qué no me avisaron antes?

—Porque me encanta llegar de sorpresa.

Al oír esa voz trague saliva y abrí los ojos como plato, sabía que Ariana estaba igual. Escuché una maldición proveniente de esa voz, así que me giré.

—Bizzle... —dijo Hamaka.

—Hamaka —respondió Justin, no sin quitarme la mirada.

—Llegaste ante de lo planeado.

—Siempre es mejor llegar temprano. Además tenía que hacer algo luego.

Básicamente; Ryan, Chaz, Christian, Khalil y Jaden, me estaban diciendo con la mirada que era mujer muerta.

Un par de mujeres, que de lejos se podía observar que eran prostitutas se acercaron a Justin. Las miré muy mal.

—¡Fuera de aquí, perras! —me acerque a Justin e hice un sonido con mis dedos— ¡Él es mi hombre!

— Selena ... —dijo Justin.

Las chicas me pasaron por un lado, no sin antes darme una mirada matadora.

Sonreí triunfadora.

—¿Se conocen? —preguntó Hamaka.

—Es mi novia —dijo Justin.

A Hamaka se les bajaron los humos, ya no era el asiático rudo de hace unos minutos... ¿Temía de Justin?

—Esos maletines se ven muy bien —comentó Ryan— ¿Qué vendiste está noche japonés?

—¿Nos darás un adelanto del próximo pedido? —preguntó Justin, por su tono se veía que bromeaba.

—No, no son para ustedes, son para mí —respondió el asiático— Ellas lo trajeron.

—¿Qué? —Justin me miró.

¡Mierda!
—¡Vaya, es que no sabes! —se burló.

Maldito chino.

—¿Qué debo saber? —Justin tenso su mandíbula.

—No compraré más tu mercancía.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Con todo respeto, Bizzle. No me siento cómodo haciendo tratos con personas poco sinceras.

—No sé a qué te refieres, nunca te he fallado en los pedidos.

—Entonces deberías de ver con quien trabajas. Sí, me llegaron algunos pedidos. Pero, me falto un quince por ciento y aun así pague como si hubiera recibido todo... hasta que me di cuenta. Ese maletín que ves allí es mi pago por lo que tu socia... —señaló a Ariana— me robo.

Justin intentó caminar hacia Ariana, pero no lo deje.

—¡No, por favor! —susurré.

Justin tenía su mandíbula muy apretada, sus dientes iban a salir volando en algún momento.

—Tu y yo hablaremos después —miró a Hamaka— la cita de hoy esta cancelada.

—No puedes cancelarme.

—Si puedo, ya lo hice —me tomó del brazo y me saco hacia su auto. —¿Qué mierda? —gritó— ¿Por qué no me dijiste nada? ¡Maldita sea!

Segundos después apareció Ariana, los chicos estaban escoltando a Justin.

—Te quiero matar a hora mismo, perra —la señaló— ¿Cómo me pudiste robar? ¿Para eso viniste nuevamente al país? ¿Pensaste que te salvarías de ellos? —Esos malditos son japoneses, Selena —gritó. Las lágrimas empezaron a caer más rápido en las mejillas de Ariana— ¡Deja de llorar, maldita sea!

—Lo siento mucho, Justin —se disculpó.

—¿Lo sientes mucho? —repitió irónico—En este negocio todos te identifican de acuerdo a la gente en la que te rodeas. ¿Cómo voy a quedar? Quedaré como un maldito estafador. Me has jodido la vida Ariana, jodiste por lo que tanto trabaje.

—Justin... —intentó hablar.

—¡Vete! —le gritó— ¡Vete de aquí antes que meta una bala en tu cabeza!

Ariana asintió y antes de irse me miró susurrando lo siento. Justin se giró bruscamente hacia mí.

—Bizzle... —Hamaka apareció— sé que esto te ha dañado el negocio, pero quiero que sepas que no me conformare sólo con el dinero.

—¡Tu no me jodas, Hamaka! —Justin estaba molesto... demasiado.

—Hablo en serio, es la única forma de salvar tu negocio, te conviene.

Justin soltó el aire.

—¿Qué quieres?

Hamaka me miró.

—Ariana me dijo que corres, ¿es cierto?

—No la metas en esto —se adelantó Justin.

—Ella se metió sola. ¿Corres? —repitió.

Asentí.

—Quiero que comitas con mi chico —señalo a uno de los suyos, el cual tenía una risa arrogante en su boca. Si ganamos... —miró a Justin— quiero once millones de dólares y unos cuantos kilos de lo que me gusta.

—Olvídalo —respondió Justin.

—¿Qué ganaremos nosotros? —pregunté.

—Mi silencio, que tu amiga se siga viva y no me verán más nunca en este país.

—¿Lo prometes? —necesita asegurar.

—Lo prometo.

—Acepto —dije firme.

— Selena —gruño Justin.

—Mañana a esta hora, le avisare a Bizzle donde —sin decir más nada salió del lugar.

Justin maldijo en todos los idiomas y cuando se tranquilizó un poco me miró.

—¡Súbete al auto ahora! —me gritó.

—No.

—¿Qué mierda sucede contigo?

—Cuanto te calmes me hablas —mascullé.

—¿Por qué aceptaste esa mierda? Ese tipo corre como un caballo y sus carreras son peligrosas —dijo— ¡Súbete al maldito auto, hablaremos en otro lugar!

—No, no me iré contigo —insistí— La vida es simple, toma decisiones y no voltees para atrás —repetí sus propias palabras.

Camine hacia al auto que sabía que era de Ryan y me subí en el. Observé como Justin pateó el neumático de su auto y luego se subió en el para salir a toda velocidad.

Jodido problema.

Jodida yo.

Jodido rubio.

Jodida vida.


BIZZLE - Jelena (adaptada) {TERMINADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora