Dia 22 - Parte 4

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Estábamos a mitad del camino, y escuchábamos una de mis canciones favoritas, Games we play de David Geftakys. No pude evitar cantar, y ahí fue cuando el engendro se puso a aullar.

"Dale Ell, lo siento. No dejes de cantar. Me gusta escucharte".

"No, arruinaste el momento. Ahora se que te tengo al lado. Y haberte puesto a aullar como un lobo, no ayudó en nada".

Seguí escuchando lo que quedaba de la canción luchando por no cantar. Seguía sin creer que mis papás hayan accedido a que faltara a clases para irme, con alguien que hasta hace poco era un extraño, a Pinamar.

Me di cuenta, que hace mucho no hacía algo como esto. Algo loco, divertirme, disfrutar de la vida. Mi vida se había vuelto muy rutinaria y aburrida, al menos hasta que Max apareció. Me encantaba la forma en la que me hacía sentir, como si fuese única, importante. Y ahí estaba de nuevo, la certeza, única y real: lo amaba. No sabía en que momento había pasado, pero lo amaba.

"Gracias, Max".

"¿Qué? ¿Por qué?", me miraba con esos ojazos que hacían que me volviera loca.

"Por esto. Haberme raptado", y me toma la mano, le da un suave beso, sin dejar de mirarme.

"Nada que agradecer", y no me soltó la mano hasta que llegamos a nuestro destino.

La palabra cabaña se quedaba corta. Era como una especie de mansión de madera. Parecía salida de un cuento de hadas.

"Juro que si me decís que tenés un caballo que se llama Brisa de verano, me caigo de culo".

"Intenta con Girasol, y por favor no te caigas".
Y ahí lo vi, allá a lo lejos, un establo. No era posible.

"¿Tu verdadero nombre es Maximiliano, correcto?".

"Si, me llamo Maximiliano Anders. Y vos sos mi novia, Ellie Fletcher", sonaba mucho más lindo cuando él lo decía, novia.

Entramos, y fuimos a las habitaciones.
Teníamos que acomodar nuestra ropa. Max había logrado que Sam metiera en un bolso algo de mi ropa. Creo que el trato fue que él la aprovisionaría con cereales de por vida.

Me sorprendió que no hayamos entrado, ni a la habitación de huéspedes, ni a una que tenía camas dobles. Nos detuvimos frente a una habitación con cama... Matrimonial.

"Max, no creo que a tus padres...", no me dejó terminó de hablar.

"¿Les gustaría que entre en mi habitación?, odiaba su mirada burlona.

"Ajá. Así que el don juan con su cama de galán eh", ay Ellie, ¿en serio? ¿Una rima?

"¿Celos? ¿En serio, Ellie?", lo empujé y me fui al baño, o lo que yo creía era el baño. ¿Qué carajos me pasaba? Me estaba portando como una nena, era obvio que Max había salido con otras chicas; yo también, y uno de ellos lo molió a palos. Era una idiota, ahora estábamos juntos, y eso era lo que importaba. Me di la vuelta y fui a buscarlo.

Estaba sentado en la cama, con la mirada perdida.

"Max, lo siento. No se qué me paso", me senté a su lado.

"¿En serio pensas que sos una más del montón? Si nunca llevé a nadie a casa, mucho menos traje a alguien acá. Ellie, yo...", no lo dejé terminar. Lo agarré del cuello de su remera, lo traje hacia mí y lo besé.

"Te amo, Max".

¡DIOS MIO! Se me había escapado, ¿qué pasó con pensar antes de hablar, señora bocotas?
Me llevé inmediatamente las manos a la cara.

"Si no me hubieras interrumpido con un beso, lo hubiera dicho primero. Yo también te amo, Ellie", me sacó las manos de la cara y me besó nuevamente.

Me tuviste con un "Hola"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora