Día 22 - Parte 1

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Era día de facultad, pero todavía faltaba para los parciales y si bien tenía las materias un poco descuidadas, sabía que tendría tiempo para ponerme al día y aprobar.

Así que, preparé un desayuno diferente.
Efectivamente le había escondido todas las zucaritas a Max. No se en qué momento compró varias cajas y las guardó en la alacena.

Era el equivalente de que alguien dejara una remera en tu placard, al menos para mi.

Dejando de lado lo de las zucaritas, también había dejado en la mesada una pistola de agua con una nota.

"Yo tengo otra, si ganas te doy tus cereales. Si pierdes... Todavía no lo pensé pero va a ser malvado.
Suerte, engendro".

Todavía no había terminado de cambiarme cuando escucho que alguien sube las escaleras corriendo. Me escondí abajo de la cama, y al instante Max abrió la puerta.

"Apestoso aro de miel, te voy a encontrar", ¿apestoso? Estaba acabado. Me asomé por abajo de la cama, y disparé sin piedad. Fue gracioso ver como se asustó.

"Tranquilo engendro, son de agua, ¿sabes?", pero tuve que salir corriendo porque había salido de mi escondite, a medio vestir, y no estaba en mis planes perder.

No entiendo como Max conocía mi casa mejor que yo, porque en menos de lo que canta un gallo lo tenía parado frente mío, con cara de victorioso. Le vacié la pistola en la cara. No fue un plan inteligente porque ahora estaba sin defensa.

"Ay, Ell, Ell. Tenés que estudiar a tus contrincantes antes de retarlos a una batalla de pistolas de agua. O conocer mejor tu casa", odiaba la idea de perder. Pero más odiaba estar corriendo, semi vestida, mientras él me disparaba a más no poder.

Cuando terminamos fuimos a mi habitación, era hora de darle sus apestosas zucaritas.

"¿Cómo es que siempre que vengo acá, siempre estas a medio vestir? ¿Hay algún mensaje que me este perdiendo?", no se había aguantado y ya estaba comiendo las zucaritas, por lo que esas preguntas fueron menos chocantes.

"Si, el mensaje es que siempre vienes muy temprano", me estaba poniendo pantalones, y sin pensarlo me saqué la remera empapada y me puse a buscar otra.

"Emmm.... Ell, ¿sabes que sigo acá, no?".

"¡Pero la concha!".

"No,Ell... las tetas", lo odiaba.

"¡Maaax!", estaba que me explotaban los cachetes del enojo y la vergüenza. Se levantó y lo vi caminar hacia mí. Puso su mano en mi mejilla y me dio un beso.

"Mejor te espero abajo. No creo poder resistir mucho más si me quedo", y se fue.

Me tuviste con un "Hola"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora