Día 12 - Parte 3

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Nuevamente se repitió el mismo estilo de puntualidad, me gustó saber que no había sido casualidad. Cuando lo vi me reí al instante, íbamos vestidos de la misma forma, remera negra, la mía un poco mas ceñida al cuerpo, y unos jeans viejos y zapatillas negras.

"Jajaja, jamás pensé que un chico me copiara el estilo". Vi como su rostro se iluminaba.

"Para que conste, vos copiaste el mío. Se que estas loquita por mí".

Claramente no iba a contestar, sólo me reí y miré hacia abajo y seguí caminando.

No paraba de pensar en Carla, y en que tal vez debí haber pospuesto la cita con Max. Se que es una estupidez, pero me sentía culpable. Creo que Max se dio cuenta que algo andaba mal, porque me tomó la mano, le dio un beso y nunca más la soltó. Me gustaba que tuviera esos gestos, como si me conociera más de lo que yo lo hacía.

Después de media hora de caminar llegamos al lugar. Un predio de paintball. Estaba muerto, puede que caminando sea torpe, pero cuando de este tipo de cosas se trataba, podía llegar a ser la persona más competitiva del planeta.

"Estas muerto engendro", me salió de reflejo, sin filtro. Lo había llamado engendro, y no sólo eso, lo había llamado engendro en su cara. Soltó una gran risotada.

"¿Engendro? Lo lamento Ellie, pero yo no te tengo apodo. Me gustaría decir gracias, pero me lo reservo".

Me hervían los cachetes, yo y mi bocota.

No creo que valga la pena aclarar que lo aniquilé en el paintball. Él no estuvo nada mal tampoco, pero bueno como dije soy una loca competitiva.

"Espero que no te sientas mal, la vergüenza de haber sido vencido por una chica sólo dura unas cuantas horas. A demás...".

No pude terminar mi frase. Antes de que pudiera seguir disfrutando la victoria, Max se había acercado lo suficiente y me estaba besando. Estaba como en una especie de nube, no parecía real, hasta que comencé a saborear algo de pintura. Fue ese tipo de beso que te hace cosquillas en la panza y esas cosquillas se propagan por tu cuerpo, y que cerca del final te ponen los pelos de punta.

Cuando se alejó parecíamos un garabato, y nos empezamos a reír.

Cuando llegamos a casa lo invité a cenar, pero cuando estábamos cruzando la puerta le sonó el celular. Su cara se puso pálida, y le temblaban las manos; me miró con los ojos vidriosos y sin decir nada se fue corriendo.

Esa noche no dormí.

Me tuviste con un "Hola"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora