CAPITULO 24: "LA METAMORFOSIS"

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 CAPÍTULO VEINTICUATRO

LA METAMORFOSIS

Catalina:

No siento mi cuerpo. Me siento pesada, como si toda mi existencia se redujera a lo que mis ojos ven. Estoy despertando en un lugar extraño. Es un habitación con mucha claridad. Y no acabo de entenderlo todo cuando entra una mujer, vestida de enfermera y me pregunta que cómo me siento. Le digo que bien. Aunque la cabeza me da vueltas.

—Es normal —me dice. Luego anota algo en una libreta y sale.

Hasta ese momento me doy cuenta que estoy en una clínica, o algo que parece una clínica. Entonces empiezo a mirarlo todo y las cosas empiezan a aclararse. Intento moverme y no puedo. Mis brazos están amarrados. Me desespero y grito.

—¿Qué pasa? ¿Por qué estoy amarrada?

Nadie responde. Me angustio, pienso que estoy soñando. Algo terrible está pasando. Trato de moverme bruscamente para despertar, si es verdad que estoy dentro de un sueño, pero solo logro despertar en mi cuerpo un dolor terrible, a la altura de mi pecho. Entonces me miro el cuerpo y noto que estoy vendada. Alguna protuberancia en mi tórax me corta la visión. Inclino mi cabeza para mirarme y descubro algo más terrible que todo lo que me han hecho y que todo lo que me ha pasado en la vida. Mis tetas han crecido. No un poco, no. Mucho. Muchísimo. No están hinchadas. Siento que tengo las tetas más grandes del mundo.

Al momento me calmo porque creo que, efectivamente, estoy viviendo una pesadilla. Intento cerrar los ojos para tranquilizarme, en espera de que el sueño termine, pero todo sigue siendo muy real. Mientras concilio el sueño pienso que esto no me puede estar pasando a mí. Sin embargo, el dolor en mis senos es real. Lo que veo es real. Me lleno de confusión, pero no pierdo la esperanza.

Pasan los minutos y mi situación no cambia. No sé qué está pasando. Pero me da miedo abrir los ojos y volver a descubrir que todo es cierto. Dios mío, ayúdame. Quiero saber de qué se trata todo esto. Empiezo a recordar cosas y veo a Valentina y a Adriana corriendo detrás de la camioneta donde me subió Mariana. Traen la carta en la mano y gritan mi nombre. ¿Por qué ese recuerdo? Dentro de los sueños uno no tiene recuerdos. ¿Será que no estoy soñando? ¿Será que todo esto es real? Dios, no quieras esto para mí.

Ahora llegan a mi mente mis papás y también Hernán Darío, aunque de un tiempo para acá he tratado de olvidarlo. Me doy cuenta de que la mejor manera de recordar a alguien es queriéndolo olvidar. Hasta que suena la manija de la puerta y escucho voces.

—Todo salió muy bien, señorita —me dice una voz de hombre y me decido a abrir los ojos. Es un médico sonriéndome.

—No entiendo, doctor —le digo, asumiendo de una vez por todas que estoy en el plano real.

—La cirugía, Catalina. Ya tienes tus prótesis puestas, señorita. Estás lista para ser la reina de este país.

—¿De qué está hablando, doctor? —Le pregunto casi a punto de llorar.

—Cómo que de qué estoy hablando. Cuando te trajeron me dijeron que estabas loca por la mamoplastia, por ponerte silicona en los senos.

—Eso es mentira. Yo jamás he anhelado. ¿Quién le dijo esa mentira?

—Bueno, las personas que te trajeron hasta aquí.

—Le mintieron, doctor. Le mintieron y le ordeno que me quite esta mierda de una vez... Quiero que me quite esta porquería de encima. No quiero siliconas, no quiero tetas grandes, no quería operarme —le grito con desespero.

Sin Senos Sí Hay ParaísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora