CAPITULO 22: "SEPULTANDO EL PASADO"

2.4K 43 0
                                    

CAPÍTULOVEINTIDÓS

SEPULTANDO EL PASADO

Catalina:

Hoy las muchachas recibieron una llamada de Martina, a la hora del descanso. Les dijo que las fotos que les envié, en ropa interior, estaban causando furor y eso me hizo sentir rara. Estoy triunfando en lo que no quisiera, mostrando mis atributos físicos y no mis cualidades. Me las tomaron hace un par de días y ya están dando resultado. Nos fuimos a casa de Adriana, aprovechando que su madre duerme hasta pasado el medio día, y las hicimos con la mejor pared del patio como fondo. Fue denigrante. Primero, andar en calzones delante de mis amigas, y luego frente a quién sabe cuántos desconocidos. Segundo, sonreír, aunque en este punto me hice sentir.

—No tengo que reírme, habíamos quedado en que la fotos no me dejarían ver la cara.

—Sí, Catalina, pero abajo, en el cuerpo, se refleja lo que uno haga o piense arriba, amiga. El estado de ánimo.

Rara teoría pero la tuve que aceptar. Luego hacer poses. Terrible todo, pero el norte de la causa me reconfortó.

—Quedaron bonitas, opinó Adriana mientras Valentina las embellecía con algún filtro de celular para enviárselas luego a Martina por Whatsapp. Y del celular de Martina a los clientes.

Estoy esperando a que me digan cuál será el afortunado que beba de mi cuerpo el agua bendita de la castidad. Martina dijo que ya hay varios interesados, que las fotos son la sensación, pero insiste en que si quiero ganar más plata, me tengo que operar las tetas para irme con Gato Gordo. Dice, a cada nada, que ese señor está loco por mí, casi obsesionado, que la llama tres veces al día a preguntar si ya me operé.

Pero eso ya está descartado. El señor se quedará con las ganas y su obsesión porque jamás me operaré. Según Valentina, un par de tetas talla 36 me aseguran un buen futuro y una buena paga. Yo me entusiasmo porque siento que cada vez estoy más cerca de conseguir el dinero para contratar el sicario que les cague la sonrisa a las Diablas, pero le digo que a mi cuerpo no entrarán jamás dos bolas de caucho. En eso estoy tan firme como en mi deseo de joder a Daniela y a su madre.

Mientras aparece la propuesta concreta, regreso a mi casa y la encuentro sola. Mis padres deben estar cerca porque la olla del almuerzo se encuentra en llama baja. Entonces escucho un ruido y me asomo al patio. Veo a mi papá haciendo un hueco en la tierra con una pica. Mamá sostiene una pala en sus manos mientras mira hacia la cocina. Me escondo y los sigo observando. Papá termina de picar y mamá clava la garlancha varias veces para extraer la tierra. Saca cuatro paladas y las lanza a un costado. Entonces papá toma una caja de galletas de hojalata y mete en ella la bendita carta que les dejó el político y que nunca han querido leer. Mamá saca la carta y la introduce dentro de las páginas centrales de una Biblia que guardan desde que tengo memoria pero, en un ataque de curiosidad, tal vez, intenta abrir la carta. Papá se la arrebata de las manos con rabia. Siento que discuten pero no escucho lo que dicen. La disputa se recrudece, mis papás están a punto de irse a las manos. Me preocupo pero no intervengo porque deseo saber qué harán con la carta. Yo sí estoy interesada en leerla. Muero de curiosidad. Muero por saber cómo escribía mi hermana, qué cosas decía y cómo las decía. Además, el doctor morboso dice que Catalina escribió algo importante en ella.

De repente, la pelea termina y papá vuelve a introducir la carta y la Biblia dentro de la caja de galletas. Mamá la hunde con rabia y se apresura a cubrirla con la tierra que hay a un lado. Mamá la observa con un dejo de pesar. A leguas se nota que ella quería leerla, pero papá no lo permitió. Por eso no colabora mucho en el entierro de la caja. Papá le quita la pala y aplana la fosa con golpes sobre la tierra removida. Luego se para varias veces sobre el morrillo hasta aplanarlo. Luego lanza las herramientas hacia un rincón del patio y camina hacia la cocina limpiando sus manos en su pantalón. Salgo corriendo hasta mi habitación y desde allí grito que si hay alguien en casa.

Sin Senos Sí Hay ParaísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora