CAPITULO 14: EL YA NO ESTA..

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CAPÍTULOCATORCE

EL AMOR YA NO ESTÁ...

Catalina:

El político mirón estuvo con nosotros hasta que Ximena y Vanessa nos organizaron en sus casas. Hubo mucha solidaridad de los vecinos, aunque todos mostraban el terror cuando un carro se acercaba. Temían que fueran informantes o trabajadores de la Diabla. Tan pronto como en la distancia aparecía una luz, se alejaban de nosotros de manera automática y se agrupaban en parejas fingiendo estar conversando de otros asuntos.

Esta vez el político no me cayó tan mal. En sus ojos se notaba alguna ínfima partícula de solidaridad sincera. Sin embargo, papá le pidió que nos dejara a solas y le agradeció el detalle de ayudarnos en este duro trance. El señor le dejó algún dinero para gastos pequeños que papá no pudo rechazar por razones obvias, y también nos dejó la carta. Le recordó a papá leerla, "por su bien" y se fue, mirándome con pena ajena. Al igual que yo, papá estaba con el pelo trasquilado y en su cara y en su cuerpo se notaban los es tragos de la malevolencia de la Diabla. No lloró. No lloramos. Ya se nos habían secado las lágrimas y por eso tuvimos que expresar nuestra indignación con miradas de fuego. Nos observamos por un rato largo sin hacernos preguntas ante la evidencia de las respuestas. Finalmente, me abrazó y nuestras miradas se perdieron hacia oriente y occidente sin la brisa de los parpadeos.

—¿Qué hacemos con Mamá? —Le pregunté.

—Está muerta en vida, tengo que reconstruir un poco la casa para volverla habitable, —me respondió, y las lágrimas volvieron a aparecer —casi la desaparecen.

—Mientras haya recuerdos no la podrán desaparecer jamás —le dije, y él sonrío.

—Hay que hablar, mamita. Tenemos que saber lo que sigue.

—Papá, ¿usted cree que yo no sé lo que sigue?

—¿Qué? —Me preguntó asustado por el tono de mi pregunta y lo abierto de mis ojos.

—¡Venganza! —Le contesté—. Solo venganza.

Se quedó callado, tal vez llenándose de rabia contra el mundo para encontrar mi tono.

Pero ya no pudo hablar más. Se echó a llorar como un niño sobre mi pecho y me pidió que lo pensara bien.

A papá le daba miedo preguntarme sobre lo que me había sucedido dentro de la correccional durante los quinientos días y las mil noches que duró el curso que me puso al día con el mundo. Aunque no era difícil suponerlo. Supe que tiempo después le dijo a mamá: "Se llevaron un angelito y nos devolvieron un guiñapo humano".

Yo tampoco me atrevía a preguntarle por lo que habían padecido él y mamá. Papá y yo sabíamos que no eran daños menores. Durante toda la noche reiteró una pregunta en la que yo ya no reparaba. "¿Por qué señor? ¿Por qué a nosotros?".

Mientras papá se fue a dormir con mamá en casa de Adriana, yo me quedé en casa de Valentina. Me sentí libre de saludarlas, por primera vez, en un lugar distinto al colegio. Ambas me prestaron ropa y le consiguieron ropas de sus madres a mi mamá. A papá lo vestimos con una camisa y un pantalón que nos prestó don Jaime, a escondidas. A media noche, cuando papá y mamá se durmieron, salí a la propia libertad. Las dos me abrazaron, me llevaron al parque que nunca pisé sin mis padres al lado y sin poderse contener, ambas lloraron en mi pecho de pesar. Se les sentía la vergüenza ajena, el dolor de verme tan destruida, pero me dijeron algo que no voy a despreciar:

Sin Senos Sí Hay ParaísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora