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-¿¡Qué querés!?

-El desayuno.

-¿Y estás manco que no te lo podés hacer solo?

-No.

Tiro las sábanas a un lado y salgo como puedo de la enorme cama de Max mientras él me observa con diversión apoyado en el marco de la puerta.

Sí. Me quedé a dormir en la casa de él y con él. Y no pasó nada de nada más que un simple roce de brazos y un "que asco, me tocaste dormida" de su parte.

-Es temprano. Muy temprano - refunfuño cuando el reloj de la pared marca las ocho en punto de la mañana. Siento como Max pasa detrás de mí y me produce un tedioso escalofrío - ¿qué quiere para desayunar el nene de la casa?

-Un café con leche - dice abstraído en su mundo y se dispone a preparar las tostadas. Pongo a calentar el agua mientras admiro su cabello húmedo que empieza a ensortijarse en las puntas y desprende aroma a recién limpio. Lleva su abdomen al descubierto y una bermuda floreada por debajo... Contemplo la tinta que se despliega por su piel y en lateral derecho de su cadera se asoma la cabellera y ojos de lo que parece ser una mujer.

-¿Qué es? - apoyo el dedo índice en su piel tomándolo desprevenido y haciendo que se sobresalte bajo mi tacto.

-La muerte - contesta él y se sube la fina tela de la bermuda para dejar al descubierto un dibujo de una mujer con la boca tapada en tono de grises.

Muy preciosa a decir verdad. Y el artista fue muy genial al hacerla.

-¿Pero no es muy hermosa para ser la muerte?

-¿Y quién dijo que tenía ser fea? - replica quedando frente a frente conmigo y dejándome paraliza ante sus palabras.

¿No le tiene miedo entonces a la muerte y por eso está representada así? Cada vez voy descubriendo poco a poco la personalidad rara y, hasta podría decir, oscura y ese toque de genialidad que posee.

Y tengo que admitir que me agrada bastante cómo es Max.

Después de haber tomado el desayuno con la música a todo lo que da y un porro que no quise fumar para no caer re loca a la empresa, me despido de Max.

-¿Te espero a la noche? Pido unos lomitos y traigo helado.

-Y que sea de chocolate - grito antes de cerrar la puerta de entrada y salir hacia el trabajo.

***

La paz de mi oficina me invade hasta las entrañas. Es bastante alejada de todo lo demás así que no hay tanto griterío que me perturbe. Me acomodo en el gran sillón detrás del escritorio y comienzo a leer informes en mi notebook.

Estoy tan aburrida de este trabajo pero mierda. No quiero perderlo, es decir, es una muy buena fuente de dinero y dejarlo sería un desperdicio por eso lo soporto sino no habría manera de que en este momento me encuentre acá.

Dos golpes suaves en la puerta hacen que levante la vista y... ¡Genial! ¡Me encanta todo lo que me pasa justamente a mí! ¡Y que se note el sarcasmo!

-Perdón. Me mandaron para acá a firmar lo del local - exclama Kaden con una sonrisa socarrona en su bello rostro. Hago ademán con los dedos para que se siente frente a mí y busco los benditos papeles del maldito lugar.

Bueno, los minutos se hacen eternos pero ya hemos terminado con todo el papeleo que significa esto además de lo que me tiene que pagar, obviamente.

Me pongo de pie y me dirijo hacia un pequeño armario que está a un costado del escritorio para sacar la llave y poder entregársela a Kaden.

A punto de darme vuelta, la respiración pesada y cálida me recorre la nuca causando a su paso un escalofrío espantoso. Las manos del tatuado me envuelven en un abrazo muy apretado y su mentón reposa en mi hombro.

-Kaden... - susurro aspirando su dulce aroma a sándalo y tabaco - acá no es lugar para esto.

-Mmm... Ya sé - contesta y comienza a besar con dulzura mi cuello. Me aferro a sus tatuados brazos dejándome llevar por la sensación de su piel contra la mía.

¡No hay otro lugar en el mundo en el que quisiera estar ahora mismo!

Sus dedos se deslizan por mi espalda baja y se escabullen en el elástico de la minifalda gris que llevo puesta. ¡Dios, una buena que me sale en venir así a trabajar!

Pero pasa de largo y le da un apretón a mi nalga por encima de la tela y eso es lo único que necesito para encenderme a mil por dentro y sentirme tan deseosa de él como nunca.

Mi nuca es agasajada con cortos pero placenteros besos mientras con la otra mano que no me está tocando el culo, sube a una de mis tetas y comienza a amasijarla con apacibilidad.

Mis dedos se enredan en su enmarañado cabello y tiro la cabeza hacia atrás apoyándome en su hombro.

-Si lo sabes... Entonces, ¿por qué lo hacés? - murmuro desencadenando uno de los mejores momentos que estamos a punto de vivenciar ambos.

Empuja mi cuerpo contra la pared y me acaricia bajando desde la cintura hasta llegar a la cadera. Giro la cara para encontrarme con su boca hambrienta y apego mis labios hasta tocar su lengua con la mía fundiéndolas.

Dios... Estaba y estoy mucho más que deseosa de estar con él en todo sentido. Amo cómo me hace olvidar del mundo solo con su presencia pero más amo que no haya límites para unirnos a los besos, franeleos o toqueteos. Es así. No hay vuelta atrás en las cosas cuando van por el camino de lo físico, el cuerpo se expresa mucho mejor que nadie.

Desabrocha los botones de mi fina camisa blanca y con vehemencia hace que caiga por mis brazos al suelo.

-Porque te necesito, Madi...

Tortuoso engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora