Capítulo 12

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Me hacía un poco de gracia que cuando quedamos en encontrarnos, él hubiera elegido un lugar tan público para hacerlo. Uno en donde, además por mi madre, no se me ocurriría montar una escena frente a los invitados, ni volver a golpearlo como aquella vez. Bueno, eso creía él.

Siempre escondiéndose tras las faldas de Irene, como cuando éramos más chicos.

Parecía mentira, pero hasta creía que me tenía miedo.

Lo miré levantando una ceja con suspicacia, incapaz de esconder la sonrisa irónica que asomaba por la comisura de mi boca. Oh... vamos. Si quería volver a golpearlo, esa gente no representaba ningún impedimento para mí.

—Salgamos al patio, así podemos hablar más tranquilos. – sugerí haciendo señas hacia atrás. Nadie podía oírnos, pero después de ese tiempo que habíamos pasado sin vernos, no me pasaba por alto alguna que otra mirada curiosa. Incluso mi madre, desde donde estaba, nos miraba con algo de ...temor.

Enzo asintió, y algo vacilante se encaminó al fondo de la casa. Allí donde los árboles comenzaban a ser más abundantes, cerrándose a nuestro alrededor como si estuviéramos en un bosque, donde antes siempre jugábamos hasta que se hiciera de noche.

Nervioso, se adelantó a romper el hielo y comenzó a hablar de manera arrebatada.

—Antes que nada, y aunque ahora ya parezca ridículo, quiero pedirte disculpas por lo que pasó con Angie. – dijo y todos los músculos de mi cuerpo se tensaron al escuchar el nombre de mi novia en sus labios. Debió notarlo, porque levantó su mano y me frenó. —No, deja que me explique, Rodrigo. Por favor. – asentí con un suspiro. —Estuve muy equivocado, y me siento como un idiota. Pensé que ella era una chica más, otra con la que ibas a jugar, y a la que tomarías como trofeo, sabiendo que a mí ...me gustaba.

—¿Qué? – pregunté indignado.

—Eso es lo que siempre hiciste. – dijo bajando la mirada. —No digas que no. Siempre que yo miraba a una chica, vos te adelantabas...

—Eso no es cierto. – me defendí por reflejo. Aunque pensándomelo. No era cierto. ¿O si? —Con Angie las cosas no son así. – al menos de eso estaba seguro. Con ella, todo había sido único desde el comienzo.

—De eso me doy cuenta ahora. – contestó mirando el suelo. —Pero en su momento cuando me lo contaste, no te creí. Estaba cansado de tus juegos y de que te burlaras cada vez que te hablaba de Nicole, o del amor... Me daba bronca. – confesó. —Quería demostrarte por una vez que alguien como yo, podía quedarse con la chica, teniendo buenas intenciones, siendo sensible, y no como vos. Tratándolas como basura.

Apreté los dientes porque su golpe bajo acababa de darme justo donde dolía.

No podía discutirlo eso último. Yo siempre las había tratado mal, incluso a Angie... con todo lo que ella significaba para mí.

Sacudí la cabeza, como queriendo aclararla y le contesté.

—Pero vos me escuchaste hablar de ella. Por semanas no podía pensar en otra cosa. – insistí. —¿Cuándo había estado así por otra chica?

—Pensé que te habías encaprichado. – respondió. —Pensé que como era la única que te lo ponía difícil, se había convertido en un desafío. Y yo pensaba que ella se merecía algo mejor.

—¿A alguien como vos? – mascullé con sarcasmo. Ok, yo no había sido el mejor candidato, ¿Pero él? ¡El menos!

—Alguien que fuera capaz de quererla de verdad, si. – reconoció.

París (#3 Trilogía Fuego y Pasión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora