Capítulo 19

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Miguel


No podía dejar de pensar en el beso que nos habíamos dado con Lola... Bueno. El beso en la mejilla. Que me había dado ella.

Vale, que tal vez mi memoria e imaginación modificaban un tanto los hechos, pero la cuestión es que desde esa noche, no podía pensar en otra cosa.

Y lo peor era ver cómo ella seguía tratándome como si nada. Como si no la hubiera afectado en lo más mínimo.

Seguía comportándose como mi secretaria, y si, a veces también mi amiga. Nada más.

Y después de todo ¿Por qué tendría que haberla afectado?

Solo se había tratado de un besito de nada en la mejilla, Miguel. Eres imbécil.

Un beso dulce y que había durado unos cuantos segundos... y que como en su momento, cada vez que lo recordaba, me ponía a mil. Me tenía hasta soñando por las noches, unos sueñecitos bastantes subidos de tono, que iban en contra de los objetivos que yo mismo me había propuesto.

Eso de comportarme, cada vez se volvía más difícil. ¿Y cuánto había pasado? ¿Un par de semanas? ¿Habían sido días?

Mierda, se sentían como años.

Pero ese beso...

No era capaz de sacármelo de la cabeza, ni siquiera con todo lo que estaba ocurriendo en la empresa.

Rodrigo y Angie se habían ausentado, y si bien en un principio me había preocupado que llegara la próxima reunión y no tener nada nuevo para mostrar a los socios, cuando me enteré el porqué de dicha ausencia, me avergoncé profundamente de mis pensamientos.

Angie estaba embarazada de Rodrigo, y por las características de ese embarazo, tenían que interrumpirlo por medio de una cirugía. Iban a perder a su bebé.

No podía ni imaginar por lo que estaban pasando.

Guerrero, sonaba algo distante cuando había llamado para comunicármelo, pero aun así muy atento. Sabía que lo hacía por su novia. Angie me consideraba su amigo, y claro está, yo a ella mi amiga. Porque si eso no le hubiese importado, con presentar una carpeta médica, estaban más que excusados.

Debería enviar flores. ¿Cuáles le gustarían a Angie? – me pregunté mientras hacía una nota mental y contestaba un correo electrónico.


En eso estaba cuando Lola entró para entregarme unas carpetas. Inconscientemente, me tensé y me senté más derecho en mi silla.

Hoy llevaba el cabello suelto, alisado y peinado prolijamente haciendo que pareciera brillante y sedoso. Imposible no imaginarme pasando los dedos por aquellos mechones y...

—De Recursos Humanos, quieren saber si tus diseñadores se comunicaron con vos. – dijo interrumpiendo mis pensamientos justo a tiempo de evitar que cometiera una locura. —Se ausentan hoy y mañana.

—Si. – contesté recordando a mi amiga con pesar. —Si, pobres. Ya me han llamado. Gracias.

Ella, observadora como era, captó al vuelo el cambio mi voz.

—¿Está todo bien? – preguntó.

—Si. – asentí. —No me hagas caso.

No podía contarle lo que le estaba pasando a la pareja, porque no me correspondía. No era un cotilla, y estos no eran temas para hablarlos con liviandad.

París (#3 Trilogía Fuego y Pasión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora