Capítulo 37

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Rato después de que se cansara de insultar a Santiago, Rodrigo se había puesto serio, y me había dicho con tranquilidad que necesitaba contarme aquello que había callado todos esos meses.

Yo le había dicho que me hubiera gustado poder hacerlo en persona, pero que lo escucharía, y que podía contar conmigo para lo que quisiera.

Mucho más tranquilo, había comenzado contándome sobre la conversación que había tenido con Martina, cuando se enteró de algo en la oficina de Alejandro.

Callada, escuché como me contaba sobre la aparición en escena de su padre biológico. Fernán Guerrero. Quien aparentemente era culpable, junto con su padrastro de un par de estafas a clientes del pasado. Y con quien todavía seguía vinculado al día de hoy por medio de amenazas. Me contó de Irene, su madre, y todo lo que llevaba años creyendo, que no era así.

Me dijo que los días que se había tomado del trabajo, habían sido para viajar al sur, a casa de Fernán, para enfrentarlo después de tantos años. Que habían tenido una charla, y que de a poco, iba logrando dar con la verdad.

Y yo, estaba que no podía creerlo.

Parecía sacado de una película.

Es que ahora comprendía por qué había estado siempre tan raro, y por qué esa angustia que a veces parecía sobrepasarlo.

El remover tanto el pasado, había traído consigo recuerdos que creía olvidados, y viejos rencores que lo habían hecho volver a ser el Rodrigo que se encerraba en si mismo, como único mecanismo de defensa que conocía para no desmoronarse.

Me confesó que toda la situación le parecía una mierda, y que había querido protegerme desde un comienzo, porque no me quería amargar con cosas que ni él sabía cómo enfrentar aun.

Y yo solo pude comprender que había obrado como mejor le había salido, aunque sabía que si me lo hubiera dicho en su momento, podría haberlo ayudado y apoyado. 

Como pensaba hacer de ahora en más, sin dudas.

La llamada había terminado hacía unos minutos, y me sentía más liviana.

Se sentía increíble haber podido hablar así con él. Me entristecía un poco que recién pudimos ser capaces de lograrlo estando a kilómetros de distancia, pero bueno. Al menos habíamos podido, y la cosa no había terminado ni en gritos ni en reproches.

Quería abrazarlo. Eso era lo que más quería.

Subirme al primer avión a Argentina, y envolverlo con mis brazos para reconfortarlo, y que hallara en mí en quien apoyarse hasta que sus penas desaparecieran.

Porque lo sabía. Lo conocía perfectamente, y estaba segura de que detrás de ese gesto duro con el que me había contado todo, había un corazón roto. El daño que le había causado este tema, desde su infancia, seguía afectándolo.

Lo extrañaba...

Di vueltas en la cama, inquieta, y pensando que después de todo lo que acababa de contarme, había dado un paso gigante de confianza, y yo tenía que de algún modo, demostrarle que también confiaba en él.

Quería hacer algo. ¿Pero qué?

Tomé mi celular, y lo busqué entre mis contactos. Miré ensimismada su foto, deseando con todas mis fuerzas poder estar tan cerca de su rostro, que con solo estirar mi mano... pudiera acariciar su mejilla.

Le acomodaría esos mechones de cabello salvajes hacia atrás, y me pasaría la vida perdida en sus ojos celestes claros, mientras él tal vez me sonreiría o me diría alguna barbaridad, sin perder la oportunidad de meterme mano.

París (#3 Trilogía Fuego y Pasión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora