Capítulo 13

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Para cuando salí, mi panza ya no molestaba tanto.

Los colores habían vuelto a mi rostro, pero en mi mente seguía teniendo el mismo lío de hacía un rato.

Miguel, que salía de la cocina, me vio, y debía traer una pinta terrible, porque se preocupó lo suficiente como para preguntarme qué me sucedía.

—Nada, estoy un poco cansada. – contesté forzando una sonrisa.

Hizo un gesto de disculpas, y se pasó la mano por el jopo, como si quisiera peinárselo, por más impecable que ya estuviera.

—Y yo que venía a traerte más trabajo. – dijo con una sonrisa tímida.

—No, no. – me apuré a decir. —Me va a venir bien hacer algo distinto. Decime.

Si, definitivamente hacer algo más interesante que llenar un montón de planillas con medidas y talles, me ayudarían a no perseguirme con otros temas.

—Bueno. – dijo dudando. —Me gustaría que empezases a pensar estilismos, porque una importante revista internacional, que como otras tiene su versión argentina, quiere hacer una producción con prendas de esta temporada. Con la colección que ya hemos lanzado.

Asentí animada, porque de todas mis tareas en CyB, después de diseñar vestidos, esa era mi favorita.

—Falta tiempo para lo de París – siguió diciendo. —Y hay que aprovechar mientras tanto. A Rodrigo, voy a pedirle que se encargue de crear un diseño exclusivo para la chica de tapa. – anunció. —Bianca Baci ha hablado maravillas de su capacidad, y sería provechoso seguir mostrándolo.

Sonreí encantada.

Me gustaba que mi jefe pensara en él para ese trabajo, y le diera oportunidades de crecer, porque se las merecía. No tenía dudas de que haría un trabajo excelente como siempre.

—Otra cosa, guapa. – dijo antes de irse. —¿Será que sabes cómo se usa el proyector de la sala de juntas? Tengo una reunión en media hora y no quiero depender de los técnicos. Ya los he llamado, pero se toman su tiempo.

—Claro. – me puse en marcha, seguida por él, y busqué el mando del aparato para poder explicarle cómo tenía que hacer. Con curiosidad, miré a mi alrededor, y me asomé disimuladamente para ver a través de la puerta de vidrio. —¿Y Lola? – pregunté cuando no vi a la secretaria en su puesto. Por lo general era ella la que se encargaba de estas cosas.

—Está estudiando. – contestó Miguel. —Hoy tenía un examen final, y le he dicho que se quede en su casa. – se encogió de hombros, como si no fuera gran cosa.

—Muy considerado de tu parte. – opiné con una sonrisa. —César no le daba permiso para nada. – agregué viendo que mi jefe de repente esquivaba un poco la mirada y se ponía raro. —Y ella nunca se quejó, ¿eh? Pero de todas maneras, es bueno que reconozcas sus esfuerzos. – asintió sin decir nada, así que seguí pinchándolo. —¿Y en qué momento cursa? Que yo sepa, está todo el día acá, y a veces hasta la noche.

—Cursa con modalidad distribuida. – explicó muy informado. —Asiste a tres tutorías por mes los días sábados.

—Wow. – dije impresionada. —¡Qué sacrificio!

—A ella le encanta. – comentó con una sonrisa más grande, que no me pasó desapercibida.

Me lo quedé mirando hasta que ya no pude aguantarme.

—A riesgo de parecer una chismosa... – comenté bajando la voz. —¿Me parece a mí, o Lola te está empezando a... gustar? – abrió los ojos como platos, y tuve que contener las ganas de reír. —Vamos, que hay confianza.

París (#3 Trilogía Fuego y Pasión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora