Capítulo 18

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Rodrigo


Después de horas, todavía no podía ni empezar a asimilar lo que estaba ocurriendo.

Con todo lo de mi padre, pensaba que podía resistir cualquier cosa a estas alturas, hasta este día.

La consulta, los análisis, y la ecografía.

Dios, qué fuerte.

Se sentía como una experiencia extracorporal. Como esas que se tienen en momentos terribles y traumáticos como un accidente. Así tal cual.

Y es que las cosas eran más complicadas de lo que nos habíamos imaginado.

El embarazo de Angie –porque si, estaba embarazada– no era un embarazo normal.

Todas las palabras de su doctora, todavía hacían eco en mi cerebro. "Embarazo ectópico" había dicho.

—Quiere decir que el bebé no está creciendo en el útero, como debería ser. – había dicho apenada, pero con una calma profesional que ya debía tener muy entrenada.

Después, claro, habían seguido un millón de explicaciones y términos médicos que no llegaba a entender, y para ser sincero, mi cabeza tampoco estaba a por la labor.

Lo único que sabía, era que había que interrumpirlo, y de urgencia.

El feto había crecido en tamaño y estaba, creían, en la semana once de gestación, así que ponía en peligro la vida de su mamá. De Angie. –Me faltaba el aire.–

Tenían que operarla, le había dicho su ginecóloga.

Yo la había mirado sin poder creerlo, y luego a mi chica, sintiéndome tan culpable que no había podido ni hablar.

Angie prestaba atención, y hablaba del tema con una fortaleza que yo ahora envidiaba, y poco entendía.

Solo fui capaz de apretarle la mano que le sujetaba, y concentrarme en que no se me notara tanto el miedo que tenía.

Era un novio de mierda. El peor.


—No es una intervención compleja. – me había dicho ella mientras firmaba los papeles de su ingreso. —Van a dejarme una noche por precaución, está todo bien. – decía como si fuera yo quien necesitara ser reconfortado en este momento.

—Angie... perdón. Yo...– dije abrazándola, y sintiéndome la persona más inútil que existía.

—No es culpa de nadie. – dijo negando con la cabeza, y sin proponérmelo, mis ojos se fueron directo a su barriga. Angie, se dio cuenta y se llevó una mano allí. —No era el momento. – agregó acariciándome la mejilla. —No tenía que ser.

Volví a abrazarme a ella lleno de impotencia, y le besé el cuello despacio, aunque en realidad tenía ganas de gritar, romper algo, o agarrarme a las trompadas con alguien. Sentía una violencia que no había sentido nunca, quemándome ahí, en medio del estómago.

Pero en lugar de eso, le repetí miles de veces cuánto la quería, hasta que una enfermera nos anunció que teníamos que separarnos.


Y ahora, en la sala de espera, estaba empezando a perder la cabeza.

Todo había sido tan rápido. La sospecha, enterarme de este embarazo, y ahora tener que afrontar su pérdida. ¿Cómo se hacía para que todo eso entrara en la cabeza sin volverlo a uno loco de remate?

París (#3 Trilogía Fuego y Pasión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora