Capítulo 28: Píldora de la Felicidad

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Fruncí el ceño y me senté de nuevo.

-¿A qué te refieres?- Soné irritado.

-Vamos, no tengo todo el día.

Bufé.

Hizo que abrieran mi celda e inmediatamente dos oficiales se quedaron junto a la puerta.

-Dirás donde esta Elizabeth así tenga que sacártelo a la fuerza- Amenazó.

No lo permitas John.

-Que te den- Repliqué.

Me miró durante breves segundos, como dándome tiempo a que cambiara de opinión. Al ver que no lo haría suspiró con fuerza y dio un asentimiento de cabeza. Los oficiales tomaron mis brazos, intente zafarme.

-¿Qué mierda es esto Bernard?- Dije agitado.

-¿La conoces?

Alzó la mano, entre sus dedos tenía una píldora amarillenta. Se me desorbitaron los ojos.

-Ya veo que sí- La bajó.- Son las píldoras que el Doctor Brown te recetaba.

-¿Por qué...?

Suspiró.

-Ya que no has querido cooperar, me he visto forzado a tomar cartas en el asunto. Al parecer es lo único que te hace ser... normal.

No dejes que lo haga John...

-¿Qué te hace pensar que las tomaré?- Dije borde.

-Si quieres salvar tu trasero, lo harás.

¡Volverás a ser el de antes, no la tomes!

-¡A la mierda!- Grité.- Prefiero pudrirme en esta celda antes de volver a ser esa persona...

-Maldita sea- Dijo frustrado- ¿Por qué lo haces tan difícil?

Se acercó salvajemente y empecé a forcejear, me tomó del cuello obligándome a tomar la píldora. Apreté los labios con fuerza y con la ayuda de mis piernas me eché hacia atrás pero mis esfuerzos eran inútiles.

Logró meter la píldora y trató de hacer que la tragara, empujó mi cabeza hacia atrás y por poco vomité. Sentí como empezó a caer por mi garganta.

¡No!

Rápidamente me soltaron y me dejaron en el suelo.

-Eres un maldito...- Solté.

-Lo hago por tu bien.

Apreté los puños y me abalancé sobre él dispuesto a molerlo a golpes pero en eso sentí un fuerte pinchazo en mi brazo izquierdo, la vista se me nubló. Lo último que vi fue un hombre de traje y unos zapatos lustrosos.

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Escuchaba susurros, se hallaban lejos de mí y apenas llegaban a mis oídos.

Alguien acarició mi cabeza con suavidad, era un tacto suave. Me gustaba. Abrí los ojos y me encontré en un parque, me hallé recostado en el regazo de alguien, una chica. Mire hacia arriba y ahí estaba Elizabeth mirándome con ternura.

Quise hablar pero no podía, las palabras se quedaban en mi boca y era incapaz de emitir sonido alguno.

-Despertaste- Sonrío.

Solo pude mirarla algo confundido.

-Si... También te extraño- Suspiró.- Me siento tan sola.

Desaparecida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora