Corrí directo al baño dispuesto a descargarme en el inodoro.
Cada vez las nauseas eran más fuertes, me sentía débil la mayoría del tiempo y apenas podía colocarme en pie. Pero si quería estar cuerdo esta era el precio que tenía que pagar.
Aunque igualmente no era suficiente.
Como si el tiempo no significara nada en este lugar, para mi sorpresa ya tenía casi dos semanas internado en la institución. Las terapias con el Doctor Brown eran tres veces por semana y ya empezaba a sentir el cambio en mí.
Varias veces sucumbía a mis voces, me encontraba creyéndoles y por poco desechando la píldora en el inodoro. Pero bastaba con recordar la imagen de Elizabeth para que la culpabilidad me invadiera y terminara por aceptar esa pequeña dosis de cordura.
Sin embargo, a estas alturas aun no había sido capaz de confesar donde estaba Elizabeth escondida. Mi cabeza se bloqueaba, los mareos se volvían más intensos, transpiraba horriblemente. Era imposible para mí decirlo a pesar de la medicación.
No había mucho que hacer en ese lugar, salvo mirar al techo y dormir la mayoría del tiempo. No se me permitía salir con los demás pacientes pues aun poseía la fama de "peligroso y violento", así que mientras tanto tendría que esperar que pasase mi periodo de observación.
Tampoco había recibido noticias de mis padres ni de los chicos, es como si me hubiesen olvidado por completo. ¿Aunque quien los culpaba? Yo mismo me odiaría en estos momentos si la sensación de estar drogado no me afectara tanto.
En fin, lo único emocionante del día eran las noches. Hace mucho que no dormía tan bien que ahora podría hacerlo todo el tiempo de ser por mí. Soñaba, y me gustaba estar más en ese lugar que en la vida real. Me mostraba de un cierto modo como hubiesen sido las cosas si no hubiera hecho todo lo que hice.
Bajé la palanca y me levanté torpemente dirigiéndome de nuevo a la cama, no sin antes asomarme en la ventana. Tenía una de las mejores vistas, ya que se veían las montañas y una especie de neblina en ellas. Abajo estaban los demás pacientes inmersos en sus locuras.
Es un lugar frío y alejado.
Pensé, ya que no se parecía en nada al pueblo.
-Buenos días John- Se abrió la puerta y apareció el Doctor Brown.- ¿Cómo te sientes?
-Algunas náuseas pero estoy bien- Sonreí.
-¿Qué haces?- Preguntó colocándose juntó a mí.
-Solo... mirando.
Estuvo un momento en silencio.
-Bueno, estas de suerte.
Me volví confundido.
-Ya puedes estar con los otros pacientes en tus horas libres.
No sabía si emocionarme o simplemente insultarlo ya que eso era lo mínimo que podían hacer.
Sonreí falsamente.
-Bien- Carraspeó.- Es hora de nuestra terapia.
Colocó su mano en mi hombro y salimos de mi habitación. La sala de terapias estaba un piso debajo de las habitaciones. Había que caminar un largo pasillo y finalmente bajar por las escaleras y llegar a una puerta no tan distintas de las demás.
La abrió automáticamente deslizando una tarjeta. Nos adentramos y de repente noté la presencia del Detective. Me senté en el sofá blanco y el Doctor Brown se sentó frente a mí en otro sofá individual del mismo color.
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Desaparecida?
General FictionElizabeth ha desaparecido y John hará lo posible por encontrarla. Sin embargo, luego de sus recaídas ¿Lo logrará o caerá en los vacíos de su mente? No confiar es la mejor opción. Atención: Esta historia contiene lenguaje y algunas escenas explícit...