Primer día.

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No puedo decir que me desperté, porque no dormí en toda la noche. Siempre me pasa ésto, a las dos de la mañana estoy dando vueltas en la cama, hasta que me harto y me pongo a leer. 

Tengo unas ojeras demasiado visibles y oscuras, pero bueno, qué le voy ha hacer si el libro estaba interesante... aunque me lo haya leído quinientas veces. Mi problema es que soy demasiado tímido como para ir a una librería a pedir otro prestado o preguntar cuánto cuesta uno, y no creo que mi madre me los compre, dice que son una pérdida de tiempo, que de mientras más me sumerja en la fantasía, más me costará socializar. Yo no creo eso, a mí los libros me llenan de vida, es como convertirse en el personaje. Sientes lo que él siente, vives lo que él vive... en resumen, un libro= evadirse del mundo por un rato. Eso también me pasa con la música, adoro la música, creo que es lo que mantiene a la gente viva. 

Me dirijo a la ducha a paso lento, me meto dentro y dejo que el agua fría recorra mi piel. Si, lo sé, agua fría en invierno, que gilipollas... en realidad lo hago para espabilarme, porque como me duerma en clase me meteré en problemas, ¿y quién quiere eso el primer día?

Salí del baño corriendo, porque con éste frío, andar sólo con una toalla enredada en la cadera, no es buena idea. Cogí la primera sudadera que vi de mi mochila y me la puse corriendo. cogí mis jeans negros y me los puse. Después de intentar entrar en calor (en vano) bajé las estrechas escaleras, llegando así al pequeño salón. Mi madre se había ido a trabajar temprano, pues había conseguido un empleo en una tienda de flores o algo así, y su horario era desde por la mañana, hasta por la noche, y encima le pagan una miseria para las horas que hace.

En fin, tomé un zumo y fui a despertar a Mikey, quien dormía plácidamente en su saco, daba hasta pena despertarlo.

-Mikey...- le llamé.- despierta... hay que ir a clase.- le dí un toque con mi pié, y se removió soltando una maldición.

-ay, ya voy...- dijo sentándose en el saco, con los ojos cerrados.

Me reí y salí de su cuarto para que pudiera vestirse en paz. Todavía nos falta media hora para salir de camino al nuevo instituto y yo necesito tomarme cuatro cafés. Cuando al fin me espabilé (más o menos) Mikey ya estaba listo, así que cogimos las mochilas y salimos por la puerta, asegurándonos de coger las llaves por supuesto. 

Fuera hacía mucho frío, nevaba un poco y todavía estaba un poco oscuro, dado que eran las 7:13 de la mañana. El instituto no estaba lejos, se podía ir andando y tardas más o menos 10 minutos en llegar. 

No había casi nadie en las calles, excepto algún que otro niño que caminaba al colegio o algún coche que pasaba. El camino hacia el instituto era demasiado silencioso, menos mal que tengo los cascos para escuchar música, eran mi salvación en momentos demasiado silenciosos o incómodos, o incluso cuando no me interesa una conversación, yo los llamo mis "shut the fuck ups". 

Al llegar me tomé un momento para observar bien el edificio que se encontraba delante de mí, era pequeño, de color rojo ladrillo, con una entrada muy pequeña y un pequeño banco en una de las esquinas. Dudoso, entré en el edificio, mi hermano se despidió para descubrir cuál era su clase, y supongo que yo tengo que hacerlo también. En el pasillo de las taquillas se encontraba todo el mundo, parece que ese es su maldito punto de encuentro, andaba lentamente, analizando a las personas que había ahí, memorizando dónde se encontraba cada aula... hasta que sentí que era empujado contra las taquillas.

-¿eres nuevo?- me preguntó el chico que se estrelló (a propósito) conmigo. Yo sólo asentí mirando al suelo.- pues... tendremos que darte la bienvenida...- dijo agarrándome el brazo y llevándome a lo que deduzco que era el baño. Yo sólo permanecía callado, sé lo que me espera, no soy idiota.- bien, nuevo...- me dió un puñetazo en el estómago.- bienvenido- otro golpe en el mismo sitio.- me llamo Bert- me dijo cogiéndome del cuello de la sudadera, para luego estamparme el puño en la mejilla derecha- ¿y tú?- me preguntó con una sonrisa burlona. Yo no le respondía, cosa que le enfadó mucho, porque me dió en toda la nariz con el puño.- cuando te pregunto, me hablas, ¿entendido?- yo asentí rápido, él me cogió del pelo, haciendo que lo mirara- tu nombre.- me exigió.

Café, libros e invierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora