The white coffee.

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Caminaba por las calles del pequeño pueblo donde ahora vivo, era la hora de comer y, la verdad, no tengo hambre. Prefiero andar por el pueblo, fumando y mirando qué había a mi alrededor. Estuve andando un buen rato, pensando en mis cosas, mirando que las tiendas y establecimientos estaban todos cerrados por la nieve. Iba a rendirme y volver a casa, pero vi una pequeña luz al final de la calle, y no me puede resistir a ver qué era.

Una cafetería, una cafetería llamada "The white coffee" , le dí una última calada a mi cigarrillo y me dispuse a entrar. El ambiente era tranquilo, había unas seis o siete personas.

Divisé una mesa con una ventana al lado, genial, así podía ver la nieve mientras me tomaba un café. Al minuto de haberme sentado llegó una muchacha (bastante atractiva a decir verdad); tenía el cabello azul eléctrico, un aro en la nariz y unos ojos avellana que podrían hipnotizar a cualquiera. Sin darme cuenta, me quedé observando sus ojos, ella estaba enfrente de mí mirándome raro...

-perdona... ¿vas a pedir?- me dijo sacándome de mi trance.

-um... sí, lo siento...- cogí la carta que había en la mesa- un chocolate... no! mejor un café... no! un café con chocolate...- me decidí de una vez... dios, que vergüenza, debió pensar que soy un idiota. Escuché una pequeña risa y la miré extrañado.

-no eres de por aquí ¿verdad?- me preguntó con una sonrisa. 

-me acabo de mudar...- le sonreí nervioso.

-ya veo, ¿vienes solo?- me preguntó extrañada. Asentí bajando la mirada.- ya veo, ¿todavía no tienes amigos aquí?- me preguntó intrigada.

-no... bueno sí, mi hermano, pero está con sus otros amigos ahora...- me miró con tristeza y yo le sonreí.

-bien, ahora te traigo tu café con chocolate... ¿quieres algún libro en especial? somos como una biblioteca.- dijo riéndose, yo le sonreí y saqué mi libro de mi mochila.- bien, ahora vuelvo.- me dijo sonriente, para después, andar hacia la cocina.

No sé por qué demonios no le pedí otro libro, idiota, ahora tengo que volver a leer el libro que me sé de memoria. Intenté concentrarme en mi libro, pero me desconcentré al escuchar risas y gritos que venían de fuera. Unos chicos muy abrigados entraron al local, haciendo sonar la pequeña campanita que había en la puerta. No les dí importancia, probablemente eran chicos de mi instituto, pero no me atrevería nunca a acercarme y hablarles.

La chica de antes salió de la cocina con una taza en las manos, hizo un gesto con la mano a los chicos que se sentaron en la otra punta de la cafetería, saludándolos con una sonrisa. Llegó a mi mesa y me tendió el café.

-¿sabes? si quieres yo puedo ser tu amiga, te veo demasiado solo, y eso no puede ser bueno ¿no?- me dijo sentándose a mi lado, cosa que me extrañó, dado que habían entrado nuevos clientes.

-eh... da igual, me gusta estar solo, no te preocupes.- le dije para que se fuera.

-oh vamos, a nadie le gusta estar solo... creo que te has acostumbrado a estar solo.- me dijo recostando su mejilla en una de sus manos.- ¿sabes? puedo llegar a ser muy pesada, déjame ser tu amigui...- me dijo con un puchero en los labios, cosa que me hizo gracia... me reí un poco y asentí.- ¡bien! me llamo Debby, ¿y tú?- me dijo con cierto brillo en los ojos.

-Gerard.- le dije sonriendo.

-bien Gerard, a partir de ahora eres mi amigo, así que tienes unas responsabilidades que cumplir como tal... has de venir todos los días a verme, te contaré cosas secretas, hablaremos de lo guapa que soy y te prestaré todos los libros que quieras... ¿te parece?- asentí sonriendo, y es que... al fin podía leer algo que no fuera "Percy Jackson y el ladrón del rayo", a ver, me encanta, pero sólo me he leído el primero y sinceramente quiero saber qué pasa después.

Debby me escribió su número de teléfono en un papel y me guiñó el ojo, cosa que me hizo sonrojar, se levantó y se dirigió al grupo de chicos que había llegado hace poco. Seguí leyendo y bebiendo hasta que no quedó ni una gota en la taza. Pagué y salí del establecimiento. 

Fuera hacía mucho frío, me metí las manos en los bolsillos, aunque así no se me quitó el frío, pero bueno. Caminé con la cabeza gacha, mi nariz dolía de respirar el aire frío, mis manos estaban congeladas y tenía ganas de llegar a casa, sólo para escuchar música mientras me quedo dormido.

Al llegar a la entrada de casa, vi un camión aparcado en la puerta, claro, el camión de la mudanza... mi madre debe de estar en casa entonces... corrí adentro y la busqué por la planta baja, pero no estaba... escuché un ruido venir de la cocina y me asomé a ver quien era. Mis ojos se abrieron muchísimo al ver un afro enorme soltar una caja en la mesa. 

-¿Ray?- pregunté con un hilo de voz. El mencionado se giró y me sonrió.

-Gee! cuanto tiempo- me dijo, corrí y le abracé tan fuerte como podía.

-¿qué haces aquí?- le pregunté emocionado.

-¿recuerdas que trabajaba en eso de las mudanzas?- asentí sonriendo.- pues tu madre, como confía en mí, me dió las llaves y la dirección, para darte una sorpresa.- me revolvió el pelo y yo le volví a abrazar.

Ray es un viejo amigo de la familia, hace unos 3 años, se mudó a Canadá para seguir su sueño de ser músico profesional, pero como eso no pudo ser, decidió buscarse trabajo por allí. Me dijo que trabajaba en una empresa de mudanzas, pero no imaginé que organizaría la mía.

-ay, Ray, dime que te quedas... porfi.- le pedí juntando mis palmas y haciendo un puchero con mis labios.

-los siento Gee... tengo que volver a Canadá, me espera Cristina.- le miré con una ceja levantada.- mi novia.- joder, eso sí que no me lo esperaba... Ray con novia.

-mierda, hasta tú consigues novia... es oficial, moriré solo y con 50 gatos.- dije de la forma más dramática posible.

-vamos Gee, sabes que eso no es verdad... eres alérgico a los gatos.- y se comenzó a reír. Pues yo no le veo la gracia.

-ja   ja.- dije con expresión seria, mirando cómo se reía de su propio chiste.

-no te enfades... ya llegará la persona indicada.- me dijo dejando de reír.

-pero... ¿y si no llega?- pegunté con preocupación y nerviosismo.

-llegará, siempre llega.- me dijo tocándome un hombro y sonriendo.- anda, ayúdame a descargar el camión, así termino antes.- asentí y salimos por la puerta.





Me tiré de plancha en mi cama, dios, cómo la echaba de menos, estaba agotado, había estado descargando el camión con Ray, y aún quedaban varias cosas que descargar mañana, decidí no pensar en eso e intentar dormir. Mañana sería otro día largo... muy, muy largo.







Café, libros e invierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora