Lindsey abrió los ojos con pesadez. Se encontraba en una habitación extraña para ella. Las paredes eran de un amarillo mostaza bastante horrible, las cortinas que adornaban las ventanas era de un rojo color sangre, y había ropa sucia tirada por el suelo.
La cabeza le dolía horrores y su ropa estaba desgarrada y con manchas de sangre. Aquello la asustaba bastante, no se acordaba de absolutamente nada.
Se tapó como pudo y se intentó levantar del sucio suelo de aquella habitación desconocida.Caminó sigilosamente hasta la puerta, la abrió, y cuando intentó salir, alguien la retuvo cogiéndola del brazo.
Lindsey gritó mientras veía cómo un chico pelinegro cerraba la puerta.
–¿quién te ha dado permiso para irte?– preguntó el chico con una sonrisa en sus labios. Lindsey retrocedió aterrorizada.– tranquila bonita... no te voy ha hacer nada. Vamos a quedarnos aquí, tranquilos, fumando y bebiendo hasta que me digan que te puedo sacar.
–¿quién te tiene que decir eso? ¿Por qué yo?– preguntó la pelinegra.
–porque estabas más cerca.– respondió el chico.– no te puedo decir nada más. Ahora siéntate y no me desobedezcas en nada. Saldrás de aquí pronto si te portas bien.– la pelinegra no opuso resistencia, se sentó en el suelo mientras comenzaba a llorar de desesperación e impotencia.
***
Jamia llamó al timbre de la casa de los Iero. Estaba nerviosa y no estaba segura de lo que iba ha hacer.
Linda, la madre de Frank, apareció abriendo la puerta, sonriendo al ver a la pelinegra.
–¡Jamia! Qué sorpresa más agradable.– dijo la mujer contenta.
–buenas Linda, vengo a ver a Frank.– la pelinegra sonrió nerviosa.
–claro, claro, adelante. Está en su habitación.– Linda dejó que Jamia pasara para después cerrar la puerta.
Subió las escaleras lentamente, no sabía si lo que iba ha hacer estaba bien, pues no lo sentía así.Llegó a la habitación del castaño y llamó tres veces. No hubo respuesta.
Decidió entrar sin permiso, era muy importante. La habitación estaba a oscuras, tan sólo entraba un rayo de luz por la reja de la ventana.
–¿Frankie?– preguntó la pelinegra en un susurro.
***
Bob conducía tranquilamente por el pueblo. Tenía que llevar a Mikey a su casa para que su madre no empezara a preocuparse.
Obviamente el castaño no quería, pero él sabía que no podían quedarse en el coche para siempre.Estaban en silencio, escuchando los grandes éxitos de David Bowie y disfrutando del paisaje nublado.
Mikey miraba por la ventana con una mirada de fastidio, mientras Bob se mordía el interior de su mejilla debido al nerviosismo, mientras de vez en cuando miraba a su acompañante de reojo.
–Mikes... no te enfades conmigo, sabes que en algún momento tenías que volver a casa...– habló Bob. Pero el castaño sólo se movió para darle más la espalda.– bien...– suspiró Bob. No sabía por qué Mikey actuaba así.
Siguió con la mirada fija en la carretera, ahora sin mirarle en ningún momento.
–¿ya está? ¿No me insistes más?– preguntó Mikey cabreado.
–¿qué? ¿Y ahora por qué te cabreas?– preguntó Bob sin entender nada. Ahora la burbuja de tranquilidad había explotado.
-por nada, tú sigue ignorándome.- dijo Mikey. Bob ya no sabía qué hacer para que el castaño no se cabrease con él, a veces simplemente no le entendía.
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Café, libros e invierno.
Fanfiction[Frerard/Peterick/Ryden] Gerard Way se acaba de mudar a un pueblo frío, pequeño y "alejado de la mano de dios", donde estará mejor de lo que él imaginaba. {Amor, amistad, drama...} A todos nos gusta el invierno, aunque sea sólo un poco; los libros...