Algo bonito, algo terrible y algo prestado.

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Lindsey consiguió un puesto en la tienda de discos. El sueldo no era muy alto, pero le daba para pagar su parte del alquiler, y eso era todo lo que necesitaba.

Le faltaba hablar con sus padres, aunque supuso que se llevarán una alegría por perderla de vista, o puede que sólo pasen del tema.

Trabajar allí era divertido, podía aconsejar a los niños sobre música, poner la canción que le diera la gana mientras ordenaba y a demás estaría con su compañera Elisa. Esa chica era simpática y adorable, se llevarán más que bien.

Lo mejor era que la tienda estaba lejos de la cafetería de los Iero, no tendrá por qué verle la cara a Debby. Al fin su vida comenzaba a reconstruirse.

***

Algo bonito:

Jamia estaba tan nerviosa... estaban sentadas en una mesa de la cafetería, pero la pelinegra sentía que estaba en una montaña rusa, mareada y a punto de vomitar.

Mientras que Melanie estaba distraída, cogiendo la nata del café con la cuchara y llevándosela a la boca.

–mm... ¿por qué Debby te fulmina con la mirada?– preguntó de repente Melanie mientras saboreaba la nata. Jamia volteó para mirar a la peli-azul que, efectivamente, le estaba mirando muy mal.

–ah... larga historia.– respondió la pelinegra sin darle importancia.

–¿por qué no hablar de ello?– preguntó la chica removiendo el café que ahora se había quedado semi desnudo sin esa capa de nata que lo recubría.

–no tengo ganas... es sobre Frank, sus líos entre hermanos, contando con que en medio estamos Gerard y yo... es un lío.– concluyó.

–oh... supongo que es normal tener algunos roces con tu cuñada.– rió la chica triste.

–oh no... ella ya no... Frank y yo hemos... roto.– explicó lo más rápido posible. Melanie la miró con un brillo especial en los ojos, algo que Jamia no consiguió descifrar, pero aquellos hermosos orbes color whiskey tenían más sentimientos reflejados en ellos.

–l-lo siento por vosotros.– qué mal se le daba mentir, se alegraba muchísimo de que la pelinegra haya recapacitado. Pues todos sabían que aquello no llegaría a funcionar. Aunque... después del subidón, Melanie cayó en la cuenta de que aquello no significaba que Jamia se interesara en ella. Volvió a jugar con la cuchara dentro del café.

–bueno... algo quería contarte. Dentro de toda esta historia, Frank y yo nos retamos.– comenzó a explicar. Allá iba...– después de mucho esfuerzo y una enorme discusión... le sonsaqué que estaba enamorado de Gerard.– Melanie la miró con cierta pena.

–oh... siento oír eso...

–espera, no he terminado. Eso fue después de romper amistosamente. El caso es que... él se lo iba a contar a Gerard, y a cambio yo tenía que contarle algo a alguien...– eso no había aclarado nada. La cara de Melanie era de confusión total.

–y... ¿quieres que yo te ayude?– preguntó con el ceño fruncido.

–no, no me estás entendiendo...– Jamia se agobiaba mucho con estas cosas, no se le daba bien declararse, pero estaba claro que... eso no parecía nada una declaración, más bien parecía que le estaba pidiendo dinero.– yo... le tenía que decir a alguien especial que... me gusta.– aclaró.

–¿y?– preguntó Melanie un poco nerviosa. ¿Acaso tenía ella cara de casamentera? Se estaba empezando a enfadar.

–y... no se me dan nada bien estas cosas.– murmuró.– Mel... eres una tía de... o sea que, a ver...– ¿¡en serio iba a decir "eres una tía de puta madre!?" ¿¡Estaba loca!? Definitivamente no sabía hacer estas cosas.

Café, libros e invierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora