Café, drogas y problemas.

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Al día siguiente.

Gerard despertó en una habitación desconocida para él. A su lado, se encontraba Bert, dormido plácidamente con la respiración tranquila.

Rápidamente, miró debajo de las sábanas para comprobar si seguía teniendo su ropa puesta. Afortunadamente, así era. Pudo respirar tranquilo.

Bert comenzó a moverse en el sitio.

-Gee deja de moverte...- murmuró el rubio mientras le pasaba el brazo por la cintura al pelinegro.

-Bert... ¿qué hora es?- preguntó frotándose cara para despejarse aunque el dolor de cabeza se lo impidiera.

-yo qué sé. Déjame cinco minutos más.- dijo el rubio tapándose la cara con la almohada.

-despierta...- le dijo pegándole en la cabeza, haciendo que Bert se quejara.

-vale, vale... ya estoy despierto.- Bert se incorporó quedando sentado al lado de Gerard.- uf... qué dolor de cabeza. No me acuerdo de casi nada.- rió el rubio masajeándose las sienes.

-¿de nada?- preguntó Gerard algo decepcionado.

-casi nada.- repitió Bert. Miró a Gerard y le sonrió.

-¿a qué viene esa estúpida sonrisa, atontado?- le preguntó Gerard mirándole con una ceja levantada.

-a nada...- le respondió el rubio acercándose a él lentamente, mientras no perdían contacto visual. Gerard tampoco se negaba a lo que estaba a punto de pasar.- Gerard...- susurró Bert a escasos centímetros del rostro del nombrado.

-dime...- susurró Gerard tragando saliva al tener a Bert tan cerca, mirándole fijamente.
Pero Bert no le respondió con palabras, sino con un beso. Tal y como lo recordaba de ayer.

Se sentía bien, cálido y real. Parecía que el beso iba para largo, así que se acomodó para poder estar más cerca del rubio.

Las manos de Bert no perdieron el tiempo y comenzaron a recorrer la espalda del pelinegro lenta y suavemente.

Ninguno de los dos sabía qué demonios significaba todo esto, sólo sabían que les encantaba y que se quedarían así por mucho tiempo. Por siglos.

***

Y Frank volvió a sentir ese escalofrío. No había podido dormir bien por aquello.

Eran de esos escalofríos que sientes como malos, que nada bueno está ocurriendo o a punto de ocurrir. Se dijo que es mejor dejarlo pasar, que nunca pasa nada al final...

Al coger su móvil de la mesilla vio todos los malditos mensajes que le había dejado Jamia. Dios, verdaderamente está loca y se da cuenta ahora.

Jamia puede ser todo lo dulce y guapa que quieras, pero cuando se trata de que le cojan el móvil, se convierte en una madre.

El primer mensaje decía que necesitaban hablar.

El segundo decía que había roto con Sarah y que la llamase cuando pudiera.

El tercero tan sólo ponía LLÁMAME en mayúsculas.

Y ya comenzaban los mensajes amenazadores de: "como no me llames..."

Bloqueó de nuevo el móvil y se levantó para darse una ducha larga y fría, sobre todo fría teniendo en cuenta cierto problemilla en sus pantalones gracias a cierto sueño que no paraba de repetírsele.

Café, libros e invierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora