Yo te cuido siempre

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Final 2da etapa...

Saben eso de publicar hasta diciembre no va a funcionar después de leer este capitulo así que en cuanto me sea posible lo hago... Gracias  Elidhe por recordarlo así que aquí lo tienes =)


Marco había pasado una semana de mierda. Y como era un bipolar, se lo había hecho pagar a los que estaban con él.

Sabía que había perdido la paciencia con demasiada facilidad en el trabajo y que en las sesiones y visitas domiciliarias de su psicólogo había respondido con gruñidos y gestos de indiferencia, porque todo le daba igual. El único buen momento de toda la semana había sido el entrenamiento con Manuel. Se había peleado a patadas y puñetazos con todo el material que podía soportarlo y, aunque había salido mucho más relajado, seguía enojado.

Se estaba volviendo loco. Por eso había decidido quedarse en casa un sábado por la noche, mientras Mario y los chicos salían por ahí. No estaba de humor para aguantar las tonterías de su amigo. Éste seguía teniendo la cara hecha un mapa, pero el muy idiota había salido igualmente a emborracharse en vez de quedarse en casa a lidiar con su dolor. Una vez más.

Marco encendió otro cigarrillo y empezó a tocar a la guitarra. Le echó otro vistazo al teléfono.

Nada. Ni un mensaje, joder.

La razón de que se encontrara en ese estado de nervios tenía un nombre: Melocotones. Esa mujer iba a ser responsable de que le diera un infarto mucho antes de que los Marlboros y el alcohol se lo causaran. Aguantar su ausencia durante una semana ya era duro, pero lo que era francamente insoportable era que lo ignorara después de haber estado enviándole mensajes tres días atrás.

Por más vueltas que le daba, no podía entenderlo.

Lo último que le había llegado había sido un mensaje en el que le preguntaba si podía hablar. Le había gustado recibir ese mensaje y todavía le había gustado más que quisiera hablar con él. Las conversaciones telefónicas nunca habían formado parte de sus relaciones con las mujeres, pero la idea de hablar con Melocotones lo había entusiasmado.

Lanzó el teléfono al otro lado del sofá. No pensaba llamarla más. Las otras cuatro veces que lo había hecho le había saltado el buzón de voz y ella no había respondido a ninguno de sus siete mensajes de texto.

Se frotó el esternón con el puño, tratando de calmar el ardor de estómago que llevaba días castigándolo, y siguió tarareando y tocando la guitarra.

Alguien eligió ese momento tan inesperado como poco adecuado para llamar a la puerta. Si Mario pensaba que podía presentarse en su casa y convencerlo para que saliera, se iba a llevar un chasco.

-Largo. Yo paso -murmuró, dejando la colilla en el cenicero, que estaba lleno a rebosar.

Pero volvieron a llamar y esta vez de una manera bastante más frenética.

Reus dejó la guitarra con rabia sobre el sofá y se dirigió descalzo a la puerta. Descorrió los cerrojos sin dejar de soltar insultos y abrió la puerta, dispuesto a darle un puñetazo que se hubiera atrevido a venir a arruinarle su festival de autocompasión.

Detuvo la hoja de madera un instante antes de que golpeara contra la pared y la expresión de furia le desapareció de la cara al momento al darse cuenta de quién había llamado.

-¿Melocotones?

Estaba allí, vestida con unos vaqueros negros ajustados y una sudadera roja con capucha, y no tenía buena cara. Lo más raro era que llevaba sandalias. Se había recogido el pelo en una coleta hecha de cualquier manera. Tenía los ojos enrojecidos y manchados de rímel, como si llevara días llorando, o -como su manera de tambalearse hacía pensar- bebiendo.

Debt of love--Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora