Fusion frutal 1.2

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Al oírla, se rio. Retiró la mano de dentro de sus bragas y meneó los dedos ante sus ojos. Sus fluidos brillaban a la luz. Era la imagen más sexi que había visto nunca.

Bueno, hasta que ella le cogió la mano y empezó a succionarle los dedos como si fuera una aspiradora. Las caderas de Marco se echaron hacia delante sin que pudiera evitarlo, mientras de su boca escapaba un gemido obscenamente alto.

—Oh, Dios. —La lengua de Sofia le rodeó cada uno de los dedos y él se frotó contra la cama, desesperado por aliviarse.

Ella se sacó el último dedo de la boca con un sonido que le recordó al descorchar de una botella y lo besó en los labios, sujetándole la cara con sus manos menudas.

—¿Qué demonios estás haciendo conmigo? —refunfuñó Marco.

Ella le llenó la cara de besos.

—Quiero hacerte sentir bien —susurró—. Hace mucho tiempo que te deseo,hombre hermoso.

Él la abrazó, mientras sus besos y caricias pasaban de ser suaves y anhelantes a desesperados y apresurados. Sus gemidos se transformaron pronto en sollozos.

—Eras tú —murmuró en su hombro, entre mordisquitos y lametones—. Oh, Dios, Kiwi, eras tú.

—Ya está —la calmó él—. Todo va bien, Sofi. Todo está bien.

—Tú me salvaste —añadió, llorándole en el hombro—. Sabía que eras real. Todo el mundo me decía que me lo había imaginado, que no existías. —Le recorrió el labio inferior con el dedo—. Pero existes.

Marco sintió que se le disolvían los huesos de alivio al oírla. Por fin lo entendía. No sabía qué había hecho ni adónde había ido después de salir corriendo del parque, pero al fin se había dado cuenta de que le había dicho la verdad. Él la había salvado.

Ella lo rodeó con las piernas y siguió llorando, con la cara enterrada en su hombro.

—Siento haberte pegado. —Le llenó la mejilla de besos—. ¿Me perdonas, por favor?

Siguió acariciándolo sin dejar de pronunciar disculpas y palabras de agradecimiento. Marco no la detuvo. Necesitaba escuchar todo lo que quisiera decirle.

Necesitaban ese momento a solas. Sofia le dio un empujón en los hombros haciéndolo caer de espaldas sobre la cama y se puso a horcajadas sobre él, que permaneció con los ojos cerrados, las manos en sus caderas generosas, dejando que los demás sentidos tomaran el control. Notó el calor entre sus piernas, el sonido de su respiración, la fuerza de sus manos y el aroma de su perfume.

—Me abrazaste —dijo ella, acariciándole el torso—. Recuerdo tu olor. —Le hundió la cara en el hueco entre el cuello y el hombro y aspiró hondo—. Eras tú. Me susurrabas al oído, diciéndome que estaba a salvo. Ahora lo sé. Ahora sé por qué tu voz me hace sentir protegida. —Dejó caer la cabeza y apoyó la frente en la suya, rozándole los labios en un suave beso.

Aquella fatídica noche, Marco le había hablado, con la cara hundida en su pelo, hasta quedarse ronco y hasta que oyeron acercarse las sirenas de la policía.

Notó un escozor en los ojos y los cerró con fuerza. Ella le acarició el torso arriba y abajo, por el centro y por los costados, como si quisiera memorizarlo.

—Sofi —susurró él, deshaciéndose entre sus manos—, tócame. Tócame por todas partes. —La agarró por la cintura y le acarició las costillas—. Por Dios, no pares.

Ella negó con la cabeza y lo rodeó con su melena.

—Nunca.

Sus labios volvieron a unirse, suavemente, pero con una pasión que lo derrotó.

Debt of love--Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora