Solo tú y yo

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Poco antes de las once, Marco volvió a abrir los ojos

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Poco antes de las once, Marco volvió a abrir los ojos.

Durante un momento se preguntó dónde demonios estaba, hasta que se dio cuenta de que el pelo que le cubría la cara como una manta con aroma a melocotones era el de So. Echó la cabeza hacia atrás. Sintió una gran satisfacción al darse cuenta de que no se habían movido de su postura original y que sus manos seguían entrelazadas.

Como un mirón, la observó dormir hasta que ella empezó a desperezarse.

Tras tomarse juntos una taza de café e intercambiar miradas furtivas y sonrisas tímidas, Marco se ofreció a acompañarla a su casa. De camino al aparcamiento, Ella parecía nerviosa.

—Me dijiste que habías montado en moto antes, ¿verdad? —le preguntó, tratando de contener la excitación.

—Sí —respondió ella, mientras se acercaban a Kala—, pero hacerlo contigo no es lo mismo.

—¿Y se puede saber por qué? —dijo Reus, pasándole un casco.

Ella hizo un gesto con la mano, señalándolo de arriba abajo.

Al levantar la cabeza, vio que lo estaba mirando de un modo que hizo que los pantalones le quedaran demasiado ajustados. Que ella llevara puesto uno de sus sudaderas no lo ayudó en nada. Alzó una ceja y se aclaró la garganta para atraer su atención. Ella se sobresaltó y ocultó una sonrisilla detrás de la mano.

—Melocotones —dijo en tono ronco, tirándose del cuello de la camiseta—, ¿crees que soy sexi?

Ella se ruborizó.

—¡Oh, cállate! —murmuró, antes de ponerse el casco.

Él se echó a reír con la boca cerrada.

—Eres muy transparente. —Levantó la pierna para montar en Kala y, una vez sentado, se puso las gafas de sol. Levantó la cabeza y le sonrió—. ¿Vienes?

So subió a la moto ágilmente y quedó sentada detrás, con él entre sus muslos. Marco sacudió la cabeza para librarse de la imagen explícita que le había aparecido en la mente mientras ponía el motor en marcha. La notaba pegada a su espalda y no pudo evitar imaginarse cómo sería darse la vuelta y tomarla allí mismo.

—¿Estás lista? —le preguntó sobre el ruido del motor.

—No lo estaré más por mucho que esperes.

Tras mirar a un lado y otro de la ventosa calle donde vivía, Marco soltó el embrague y salieron a toda velocidad, en dirección al apartamento de Melocotones.

Marco era probablemente el tipo más sexi que Sofia había conocido, y el que le daba menos importancia al hecho de serlo. Destilaba sensualidad sin siquiera proponérselo, ya fuera vestido con uniforne de prisión, de camiseta deportiva o simplemente boxers que resaltaba el color verde de sus ojos. Cuando iba en moto, esa sensualidad se multiplicaba por mil millones, y se servía acompañada por sexo ardiente y orgasmos de esos que duran horas.

Debt of love--Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora