Por favor que no deje de llover

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Para cuando Marco y Sofia llegaron a la playa, las nubes se cernían sobre ellos oscuras y amenazadoras. Ambos corrieron hacia la casa, gritando y riendo cuando finalmente empezó a llover. Ella gritó cuando un relámpago iluminó el cielo justo cuando entraban por la puerta, lo que hizo reír a Marco. Ella empezó a quitarse la ropa mojada, mientras el pelo le goteaba por la cara.

Desapareció escaleras arriba y Marco empezó a encender la chimenea del salón. Estaba preocupado. Desde que habían salido de la convención, So no era la misma.

No era demasiado experto en cambios de humor femeninos, pero sabía que le pasaba algo.

Se esforzó en recordar, tratando de situar el momento en que se había quedado tan callada y distante. ¿Sería cuando le habló del pasado de Mario? ¿Le habría molestado que la presentara como su «amiga»?

Con los ojos clavados en la puerta del cuarto de baño, se quitó los vaqueros y la camiseta y, tras secarse la cabeza con una toalla, se puso unos pantalones grises y una sudadera con capucha de color azul marino, con las iniciales del departamento de policía Menuda ironía!

Sofia apareció instantes después y metió su ropa mojada en una bolsa.

—Mats me ha enviado un mensaje. La reunión ha ido bien. El material que le pasaste sobre los tratos entre tu primo y el mafioso ha funcionado perfectamente, al parecer.

—Por supuesto. Ni siquiera él es inmune a un poco de chantaje.

Ella negó con la cabeza y se puso con los brazos cruzados. Tenía las mejillas encendidas por el enfado. Estaba tremenda.

—No me puedo creer que Lena tratara de juntarme con él. Eden sí es un delincuente y no tú. Y encima te ponen como el peor ser humano para mi ...

—¡Eh! —A la mierda todo aquello. Marco no quería perder ni un minuto hablando de algún Hazard—. Sofi, ya está, ¿vale? —Le frotó los brazos arriba y abajo.

—Es que me pone histérica.

—Lo sé. A mí también me enoja, pero no vale la pena.

Ella refunfuñó pero asintió.

—Así que, escúchame —siguió diciendo él—, he encendido el fuego en el salón y tengo una enorme colección de DVD. ¿Te apetece que miremos la tele, entremos en calor y nos olvidemos de ese idiota?

Ella le dirigió una leve sonrisa.

—Suena bien.

Marco frunció el cejo y le rodeó la cintura con los brazos.

—¿Hay algo más que te preocupe?

Ella le enterró la nariz en el cuello, ocultando la cara.

—No.

Él no se quedó nada convencido, aunque reprimió el impulso de presionarla hasta que le contara qué le pasaba. No le gustaba verla así, pero ¿qué podía hacer? Había confiado en ella lo suficiente como para abrirse y contarle sus secretos. Ahora le tocaba esperar a que por su parte quisiera hacer lo mismo.

En el salón, Marco sirvió un par de copas de vino tinto, mientras, junto a la ventana ella observaba el formidable espectáculo de las nubes que entraban desde el mar. El cielo estaba negro como el carbón.

Debt of love--Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora