Es ella...otra vez

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—Buenos días, señorita Krull—la saludó Ballack, y le señaló una silla cuandose aproximó a la mesa.

—Buenos días.

—Y bien — ¿qué puedo hacer por usted?

Ella se tragó los nervios y abordó el asunto de frente.

—He oído que el incidente de Reus podría afectar a su solicitud de libertad condicional.

—De «podría» nada —replicó con brusquedad—. Ese tipo no va a ir a ninguna parte durante los próximos diecisiete meses. Acabará su sentencia aquí y la disfrutará hasta el último día.

Algo en su voz le puso a Sofia los pelos de punta.

—Sí —replicó, esforzándose por mantener un tono agradable—, tengo entendido que pronto tendrá reunión con su supervisora.

Ballack asintió.

—Y también tengo entendido que la junta no se fija sólo en la buena conducta. —alzó una ceja al ver que él la miraba sorprendido.

—Señorita Krull, ¿a dónde quiere ir a parar con esto?

—Me he tomado la libertad de concertar una reunión para esta tarde con  Thomas Tuchel, y me gustaría mucho hablar con la supervisora de libertad condicional durante su visita. Sé que tanto Thomas como usted pueden encargarse del tema.

—Lo siento, pero tengo que volver a preguntárselo. ¿Qué pretende con todo esto?

—Quiero darle clases a Reus.

Por un instante, el hombre permaneció totalmente inmóvil. Parecía perplejo.

—Ya lo hizo, pero ha sido expulsado porque es evidente que no se llevan bien.

—No digo que no, pero tal vez no he sido lo bastante paciente con él. —Quiero ayudarlo en lo que pueda. —El escrutinio de Ballack hizo que se ruborizara—. Sé que ha sido expulsado de las demás clases, así que se ha quedado sin opciones. Creo que si le impartiera clases particulares, las probabilidades de que perdiera los nervios se reducirían de manera considerable.

—Señorita Krull —murmuró—, para asegurarme de que lo he entendido bien: ¿quiere darle clases... particulares... a Reus, porque quiere ayudarlo a conseguir la libertad condicional?

Ella respondió con una sonrisa radiante.

—No puedo permitirlo.—No puedo autorizar que se quede a solas con él en una habitación.

—Habría un guardia.

-- Lo siento pero no, ese tipo es inestable podría lastimarla y no se le pagaría nada ¿ Lo haría gratis?

Sofia le dirigió una sonrisa que era cualquier cosa menos agradable. Ya sabía que le diría eso, pero a ella le daba igual si le pagaban o no. Por norma, nunca hablaba sobre lo rica que era su familia, ya que la experiencia le había enseñado que mucha gente se sentía incómoda al enterarse, pero le importaba un bledo que Ballack se sintiera incómodo. Ser hija de un ministro de éxito y nieta de otro era garantía de que su cuenta corriente estaba siempre saneada.

—Señor —empezó a decir, con un tono irónico y una mirada tan decidida que  se revolvió incómodo en el asiento—, no hago esto por dinero —le espetó con una sonrisa tensa.

Él volvió a echarse atrás en el asiento. —Reconozco que me tiene muy confundido. Según parece, ambos se detestaron desde el primer momento. ¿Por qué entonces quiere hacer algo así? ¿Qué gana con ello?

—Soy maestra y, por definición, mi trabajo es enseñar. Es lo que me gusta hacer en la vida. Es evidente que a Reus le cuesta estar en un aula con otros alumnos, así que la mejor solución es apartarlo de los demás. —Su mirada se volvió aún más fiera—. Creo que puedo ayudarlo, y lo único que quiero sacar de todo esto es que aprenda. Además —siguió diciendo, dispuesta a atacarlo en su orgullo—, si él consigue la condicional, también la vida de usted será mucho más fácil, ¿me equivoco?

Debt of love--Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora