El departamento de Marco tembló por la fuerza con que cerró la puerta. Arrojó las llaves y la chaqueta contra la pared, el casco sobre el sofá y se apoyó pesadamente en la barra de la cocina. Llevaba intentando respirar con normalidad desde que Melocotones se había marchado.Se había marchado y lo había dejado solo.
Y eso le dolía.
Cuando la había besado, se había perdido en su boca. Aunque la sensación de notarla contra su cuerpo había sido increíble, la había tratado como si fuera un objeto frágil que pudiera romperse sólo con tocarlo. Nunca había besado así a una mujer. Él había sido el primer sorprendido por su ternura. El apetito voraz que lo devoraba por dentro le pedía que la tomara bruscamente contra el árbol, pero en cuanto la tocó supo que nunca podría hacerlo. Controló ese apetito salvaje y la abrazó tan delicadamente como pudo.
Sus labios se habían unido lenta y cautelosamente, pero Marco deseaba mucho más.
Había profundizado el beso, sintiendo el pulso de Melocotones bajo las yemas de los dedos, pero quería sentir mucho más. Quería que ella lo tocara.
Lo había arruinado. No debería haberla besado. Melocotones le había pedido que no lo hiciera, pero él no le había hecho caso. No había podido seguir resistiéndose.
Y ahora que había experimentado su sabor en los labios, necesitaba volver a sentirlo. Aunque era imposible y ella se había encargado de recordárselo. Sin embargo, sospechaba que su decidida promesa de que aquello no volvería a pasar no era más que una pantalla para ocultar sus propios deseos. Joder, le había devuelto el beso. Eso quería decir que también lo deseaba, ¿no?
Marco se frotó la frente, al darse cuenta de que la situación no estaba de su lado. No era idiota; sabía que Sofia tenía mucho más que perder que él. Si alguien se enteraba de lo del beso, ella se metería en un montón de líos. Aunque eso no significaba que por su parte tuviera que aceptar las cosas con serenidad. Su egoísmo y su mal carácter se habían apoderado de él.
Recordó lo que le había dicho: «¡Lo que tú digas, joder! Como si me importara una mierda si vuelve a pasar o no».
Era un cabrón mentiroso.
Pero es que sus palabras le habían hecho daño. No era la primera persona que lo hería, pero Melocotones parecía saber cómo llegarle a lo más hondo. No era tan tonto como para no darse cuenta. Sabía que su enfado se debía a que ella le había hecho daño.
Empezaba a tener dolor de cabeza. Echó un vistazo al reloj, eran casi las cinco. Necesitaba hacer algo para relajarse. Tenía que dejar de pensar en la señorita Krull, la de los labios suaves y lengua con sabor a melocotón.
Se sacó el cecular del bolsillo y buscó en la lista de contactos. En ese momento le entró una llamada.
—¡Eh, Reus! ¿Cómo ha ido la cita... quiero decir, la clase?
—Un fiasco absoluto, Mario —replicó él, malhumorado, dirigiéndose a su habitación.
—¡Bah, menuda agresividad! Ya veo que no ha ido muy bien.
Reus se quitó la camiseta y se sentó en una esquina de la cama.
—No, no ha ido bien. ¿Tenías pensado hacer algo esta noche?
—Nada especial. ¿Por qué? ¿Estabas pensando en algo en concreto?
Marco se pasó la mano por la cara.
—Tengo que emborracharme, y rápido. ¿Dónde podemos ir?
Mario se echó a reír.
—Conozco el sitio perfecto, amigo. Ven al taller dentro de una hora.

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Debt of love--Marco Reus
FanfictionCuando la vida te arranca lo que más amas o nunca te da nadie a quien amar. Ella tiene el corazón roto por el dolor de perder una familia. Él intenta sobrevivir a la falta de cariño y al rechazo de todos incluidos aquellos que debieron amarlo ...