«—¡Tengo que ir con mi papá!»—¡Sigue caminando! Tenemos que alejarnos de ellos. ¡Te matarán! ¡Muévete!»
—¿Marco?
«—¡No, me necesita!»
—Marco, ¿puedes abrir los ojos?
«—¡Quieta!»
—Marco, todo va bien.
Reus se incorporó de un brinco y se quedó sentado en la cama medicalizada, jadeando, con los ojos muy abiertos. Miró a su alrededor, frenético, y dio un salto cuando alguien le apoyó la mano en el hombro. Al volverse vio que la mano pertenecía a Thomas, que estaba junto a la cama mirándolo con preocupación. Tragó saliva con dificultad, en un vano intento de suavizarse la garganta, que parecía de papel de lija. Seguía muy confuso. Joder, se encontraba molido.
—¿Dónde estoy? —Reus parpadeó y miró a su alrededor. Vio las paredes encaladas y las expresiones de sorpresa del médico y de dos guardias.
—Estás en la clínica de la institución, Marco —respondió el médico.
—Me llamo Reus, ¿y quién carajo estaba hablando con usted, doc? —le espetó.
El hombre se encogió y dio un paso atrás, pero su ceño se frunció. No era bueno hacer enojar al doctor Ramos
—Marco —dijo Thomas en tono calmado—, has tenido un ataque de pánico.
Él soltó una risa forzada, mientras trataba de disimular el rubor que la vergüenza le estaba provocando.
—¿Y eso quién lo dice?
—Lo digo yo —intervino el médico.
Marco lo miró durante un segundo.
—Me largo de aquí —anunció, bajando las piernas para levantarse de la cama—. ¿Dónde están mis zapatos?
—Me temo que eso no es posible —empezó a decir el médico. --Me parece que lo vamos a tener que sedar-- su expresión se oscureció aún más.
—¡Nadie le ha preguntado nada! Y usted a mi no me inyecta nada—gritó Marco, entre furioso y asustado. Sabia que Sergio no era de los buenos, en los primeros días de su ingreso y sabiendo el motivo de su condena, había intentado convencerlo para distribuir cocaína y como se había negado, lo mando golpear y de no ser por Robert habría terminado con algo más que la mano fracturada. Pero cuando intento decírselo al director solo se burló de él y lo castigó. Por eso Reus odiaba a Ballack.
Ahora tenía un espantoso dolor de cabeza que le nacía en lo más profundo del cráneo. Se notaba los tímpanos tan tensos que parecía que se le fueran a desgarrar y, vaya, mira qué bien, ahora veía además puntitos negros bailando en su visión periférica. Fantástico. Apretó los ojos con fuerza y se echó hacia delante para recuperarse.
Emma, entro a la habitación y al ver el esfuerzo que hacia para levantarse fue hacia él y le apoyó las manos en los hombros para ayudarlo a mantenerse derecho.
--Tranquilo, por favor yo me encargare de ti no te preocupes, te aseguro que no te pasara nada- Esbozó una sonrisa —Tienes que calmarte —murmuró—. Relájate. Has perdido el conocimiento. Tienes que tomártelo con calma.
Marco se sujetó el puente de la nariz en un intento de calmar el martilleo que notaba detrás de los ojos. Nunca había experimentado algo así. Era como si un jodido circo se hubiera instalado entre sus orejas. Al diablo con todos todos, estaba agotado. Ni siquiera pudo resistirse cuando Thomas lo empujó para que volviera a apoyar la cabeza en las almohadas de la cama. Soltó el aliento y fulminó con la mirada a los que lo rodeaban y lo observaban como si estuvieran esperando que explotara.
—¿Te duele la cabeza? —le preguntó el médico.
Él lo miró con acritud, pero estaba demasiado exhausto para poder soltarle alguna impertinencia. El muy desgraciado era muy buen actor y parecía preocupado.
--Señorita, por favor no quiero quedarme a solas con este sujeto o se va él o me largo de aquí aunque me desmaye a medio pasillo-- Habló con suficiente fuerza para hacer notar que lo decía en serio. No sabia porque pero aquella chica le inspiraba confianza y le regaló una media sonrisa .
—Iré a buscar analgésicos —murmuró la chica antes de salir de la habitación con el medico detrás refunfuñando sobre lo malagradecidos que eran los reclusos.
Marco se sorprendió al ver que los dos guardias salían también tras ellos, lanzando miradas nerviosas en dirección a Thomas.
—Bueno, joder, al menos aún sé cómo vaciar una habitación —murmuró Reus. Es verdad Thomas si ese doctor se me acerca me extenderán la condena porque acabara en una cama inconsciente. Ya te lo dije y a Ballack también, ese tipo es peligroso pero claro nadie le cree a un delincuente-- desvió la mirada al techo
Thomas se metió las manos en los bolsillos y cambio de conversación.
—Tenemos que hablar.
—¿Sobre qué? ¿No se supone que estamos hablando?
—Ya lo sabes y no me cambies la conversación. —Thomas lo miró fijamente.
Reus echó la cabeza hacia atrás en la cama.
Seguía demasiado confuso y en estado de shock como para hablar de... Bueno, joder, para hablar de nada, pero menos todavía sobre la revelación que lo había golpeado en la cabeza como si fuera un ladrillo.
Era ella. Melocotones. La niña con la que llevaba catorce años soñando. La niña a la que había salvado.
—Marco —insistió Thomas—, la charla será confidencial, si eso es lo que te preocupa.
—No me preocupa nada, Thomas, pero no tengo nada que decir, ¡maldita sea! El doctor Ramos es un traficante de drogas y tú me preguntas por un desmayo—Agarró las sábanas con fuerza, deseando desgarrarlas y hacerlas pedazos para que estuvieran en consonancia con las tormentosas emociones que reverberaban en su interior.
El sonido de alguien arrastrando una silla hacia la cama le recordó que Thomas era un cabrón testarudo e insistente que no iba a parar hasta que le diera algún tipo de explicación. Apoyó los codos en la cama.
—Marco, hace muchos años que nos conocemos. Ya sabes que no puedes acusar a nadie sin pruebas solo porque no te simpatiza, pero volviendo a lo de ayer, hemos hablado, hemos discutido y hemos permanecido sentados en silencio, pero juro por Dios que nunca me habías asustado tanto como lo hiciste ayer.
Reus se volvió hacia él y sus ojos cansados le dijeron que no estaba exagerando. Su confesión lo hizo sentir raro. Normalmente, los pensamientos y sentimientos de los demás le importaban una mierda, pero saber que Thomas se había preocupado por él le hacía sentir... algo.
—Ya, bueno —murmuró, mirando al techo y encogiéndose de hombros—, estoy bien.
—¿Qué es Melocotones?
Un escalofrío de ansiedad le recorrió la espalda, provocándole náuseas.
—Nadie importante —respondió en un susurro forzado.
—Entonces, ¿es una persona?
Marco se apretó las sienes con las puntas de los dedos y cerró los ojos.
—Thomas, por favor —gruñó—, déjalo.
Esperaba que la desesperación que le teñía la voz fuera suficiente para hacerlo desistir. Tuchel lo miró sorprendido y Marco supo que había esquivado la bala por el momento. No tenía ni ganas ni fuerzas para explicar algo que no había podido quitarse de encima desde que tenía trece años.
Iba a tener que sacarse la cabeza del hoyo al que la había metido antes de poder explicar algo así.
Y tendría que hacerlo antes del lunes, que era cuando tendría su primera clase de Literatura inglesa.
Una clase particular.
Con la señorita Krull.
Con Melocotones.

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Debt of love--Marco Reus
FanficCuando la vida te arranca lo que más amas o nunca te da nadie a quien amar. Ella tiene el corazón roto por el dolor de perder una familia. Él intenta sobrevivir a la falta de cariño y al rechazo de todos incluidos aquellos que debieron amarlo ...