Capítulo 23

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Capítulo 23.

"Uno tiene que abandonar aquello que ya lo ha abandonado."





No olvide lo que le dije a John y no volví a la cárcel. Me cuestione si lo que estaba haciendo era lo correcto, pero no me importo ya que era lo que me hacía sentir bien.

Cada vez menos pasaba por el club, pero siempre había más de tres chicos merodeando la casa y uno de ellos siempre era Mad o Cock. Era extraño. Cada que despertaba Mad estaba sentado en la cama junto a mi cabeza sobando sus nudillos contra mi mejilla.

No buscábamos nada más que consuelo. Ambos estábamos increíblemente rotos. Nos justaba estar en la compañía del otro. El sentir que alguien estaba roto de la misma manera que tu era reconfortante. Sin embargo, nunca nadie dijo nada. Después de un tiempo Mad al fin se acostó junto a mí y dormimos juntos sin siquiera tocarnos. Aun me recordaba dolorosamente a John, pero nunca los confundí.

Procure que Deacon se alineara en la escuela y nada funciono hasta que visito a John y él lo amenazo con quitarle su chaleco del club. No falto a clases, hizo lo mejor que pudo y las peleas disminuyeron a solo las necesarias. Que técnicamente solo fueron discusiones a gritos conmigo, con Cock o Mad. A veces era como si fuera madre soltera a punto de traer a alguien más al mundo y otras veces era como si todo el club fuera padre de Deacon y mi próximo bebé.

Me baje del auto y me dirigí al maletero para sacar mis compras. Había tres motos estacionadas en el camino de tierra así que Deacon estaba en casa y Mad y Cock estaban terminando de ensamblar la cuna y el cuarto del bebé en general. Camine con las tres bolsas de papel marrón hasta la casa pasando por la puerta ya abierta. Los chicos estaban en la isla de la cocina pero realmente las bolsas tapaban mi vista. Las recargo en la barra junto a la nevera y me giro sonriéndoles a los chicos, pero mi sonrisa rápidamente se va cuando ve a Deacon con una cerveza en la mano imitando a Mad y Cock.

Rápidamente camine hacia él y le arrebate la botella lanzándola al bote de basura.

-¿Qué está mal contigo?

Sus ojos se estrecharon hacia mí pero no contesto nada. Los chicos se limitaron a quedarse callados, pero por alguna rara razón y estaba enfurecida.

-Contesta.

No abrió la boca por un rato, pero cuando lo hizo. Desee no haber llegado a casa.

-¿Por qué no te puedes callar la boca? No eres mi madre y no tienes nada que decirme. Solo cierra tu maldita boca.

Al principio di dos pasos atrás con una mano en el pecho y la otra en lo bajo de mi hinchado estómago. Donde mi bebé se encajaba. Pero después di dos pasos adelante y lo abofeteé con fuerza.

-No, -mi voz estaba tan neutral que yo misma me sorprendí. –no soy tu madre. Pero nadie más quiso serlo cuando yo sí. Pongo un techo sobre tu cabeza, comida en tu boca y ropa en tu cuerpo. Solo por eso puedo decirte lo que me dé la gana, pero lo más importante es... porque te amo. Tal vez no soy una madre para tu, pero eres un hijo para mí.

Levanté la mirada para ver los chicos escabullirse escaleras arriba y a Deacon respirando con fuerza. Su mandíbula se movía de forma extraña y continua y honestamente eso me asusto.

Abrió su boca y supe al instante que me dolería lo que tenía que decir, pero cerro la boca de golpe y sus ojos se ampliaron mirando a mis pies. Fruncí el ceño y cuando iba a bajar la mirada sentí en agua lentamente bajando de mi entre pierna hasta mis pies. Pero aun así baje la mirada para comprobarlo. La parte delantera de mi vestido otoñal estaba completamente húmeda al igual que mis sandalias doradas.

Hell's AngellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora