Capítulo 30

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Capítulo 30.

"No puedes cambiar a las personas, solo amarlas."

           

Georgia se estaba ocupando de Catalina mientras yo me ocupaba de que todo en la fiesta estuviera en orden.

Camino a lo largo de la piscina con mi vestido de invierno y mis tacones de plataforma. Un pequeño niño corre chocando con mis piernas y le sonrío. Levanto la mirada y mi sonrisa se va de inmediato al ver a John caminando con una mujer del brazo. Me acerco caminando con decisión y Georgia al verme se interpone de inmediato entre ellos y yo. De inmediato se unen a la barrera mi hermano, Morgan y papá.

-¿En serio? –le digo a John poniendo mis manos en las caderas. –Ambos dijimos que lo pensaríamos, pero de inmediato vas y traes a una puta a mi casa.

La tipa da un grito ahogada y levanta su dedo delgado rematado por una larga uña negra.

-No puedes llamarme puta.            

Estiro mi mano empujando su dedo lejos de mí y empujo mi cuerpo entre mi padre y mi hermano para conseguir abofetearla y la consigo con éxito.

-Yo puedo hacer lo que quiera en mi casa. Así que lárgate.

Me giro sin importarme ver si se han largado o no. Estúpido puto de mierda que no puede guardar su estúpido pene por ni siquiera cinco minutos. Entre en la cocina azotando la delgada puerta y me recargo en el desayunador dejando caer mi cabeza entre mis hombros.

Escucho la puerta abrirse y unos pasos pesados caminar a mi espalda. Las enormes manos de John me toman por los hombros y me sacudo, pero no me suelto si no que me sujeta con más fuerza.

-¿Sabes quién era ella?

-¿Qué importa? Una puta más.

Se ríe y niega con la cabeza recargándola en la parte trasera de mi cuello.

-Era la esposa de mi compañero de celda. El me cuido la espalda todo el tiempo que estuve en prisión. Tiene cadena perpetua. Le prometí cuidar de su mujer una vez fuera.

Me aprieta un poco más los hombros, pero me alejo de él rodeando el desayunador y colocándome en frente de él. Me mira fijamente con las cejas alzadas. Después se ríe negando con la cabeza y mostrando todos sus dientes perfectamente blancos y rectos.

-Lo lamento. Yo... creí que ella... que ustedes.

Se vuelve a reír y estira las manos a través del desayunador y toma las mías con fuerza, pero esta vez no retiro las mías. Solo puedo mirar nuestras manos juntas. Su tez bronceada y la mía pálida. Se ve... gracioso... extraño.

-Dime...-susurro –que sentías, exactamente mientras estabas en prisión.

Se queda callado por un rato y ahora es él quien mira nuestras manos unidas.

-Desesperación. Me sentía solo. Enojado la mayor parte del tiempo. Me sentía horrible en resumen. Lo único que se sentía bien para mi eran los jueves cuando sabía que tu estarías esperándome en la sala de visitas.

-También eran los mejores días para mí.

-¿Incluso cuando ya estabas con Mad?

Niego con la cabeza.

-Incluso entonces. –me río, pero miro hacia la ventana y justo en ese momento Catalina pasa corriendo usando su pequeño bikini azul y su flotador alrededor de su cinturita. –Yo... nunca fue por él. Por nosotros. Solo que él siempre fue tan bueno con Catalina, nos cuidaba a las dos y tú ya te habías ido. Solo podía pensar en ti mientras estábamos juntos. En que quería que fueras tú. Que deberías ser tú.

Hell's AngellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora