Capítulo 33.

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Capítulo 33.

"La pena es inevitable, el sufrimiento es opcional"

Nunca en mi vida me había sentido así. Tan... destrozada. Porque sé que ya no hay nada más allá.

Pero de cierta manera me siento triste. Esta no es la forma en que quiero morir. No quiero morir después de haber pasado horas siendo violada. Aún me está violando.

Estoy desnuda y bocabajo en una mugrienta cama. El presidente de los Dioses del Diablo se empuja dentro de mí una y otra vez. Las sábanas blancas están manchadas de sangre, maquillaje corrido y semen. Y es todo lo que veo mientras su mano presiona la parte trasera de mi cuello contras las asquerosas sabanas.

Pero ahora estaba tan entumecida que apenas lo podía sentir tocándome. Paso el punto de llorar hace mucho. Ahora solo sentía el empuje de sus caderas contras las mías y nada más.

-¡Oh, joder, si! –gruño con fuerza apretándome más. Sentí una solo lagrima caliente deslizarse desde mi ojos hasta mi nariz, pero no me podía mover. –Ahora veo porque todos quieren a la chica del temible John.

Comento recargando el mentón en mi hombro.

-¿Qué pasa? ¿Ya no me hablas? Hace unas horas estabas muy creativa con eso de púdrete maldito asqueroso. –Se rió poniéndose de pie y subiendo su bragueta. Asqueroso. Me dio una fuerte nalgada, pero yo apenas y sentí algo.

Salió de la habitación y yo solo pude ver mi mano que caía por un costado de la cama. Las uñas sucias por debajo al igual que los nudillos.

Y en lo único que podía pensar era en ver a mi familia una última vez. Lo hermosos que se ven Catalina y John mientras juegan a corretearse alrededor de la piscina. Lo mucho que ha crecido Deacon ahora luciendo como un hombre montado en su moto y con su chaleco puesto. Lo feliz que se ve ahora Georgia con su nuevo novio. Feliz igual que mi hermano con Morgan y América. Y mi papá... mi muerte lo va a destruir.

Cierro los ojos con fuerza y suspiro.

No seas estúpida. Levanta tu culo y sálvate a ti y tu muchacho.

Me rió un poco de mi voz interna, pero ella no comprende que no hay mucho más que hacer. O tal vez... sí.

Me pongo de pie lentamente y jalo una larga bata negra que hay en el suelo, pero cuando la envuelvo en mí no es suave ni fresca. Todo lo contrario, pero es lo único que hay aquí. Entre en el baño y me moje la cara evitando mirarme en el espejo a toda costa. Me senté sobre la tapa de la taza y cuando empuje la espalda la tapa del tanque se deslizo un poco. Me quede sentada unos minutos más y cuando me puse de pie intente bajarle al baño, pero no había agua.

Levante la tapa del tanque para ver qué pasaba, pero me quede paralizada. Dentro había una pistola y no dude en sacarla y esconderla entre la bata y mi cuerpo.

El presidente de los idiotas volvió a entrar al cuarto y me obligo a caminar fuera del mismo y a lo largo de un pasillo. Esta casa, para ser la casa club, estaba muy, muy, bacía. Pasamos la sala y solo había dos hombres allí con semiautomáticas. Bajamos hacia lo que yo supuse que era el sótano. Dentro solo había una mesa y...

Por Dios.

Mis ojos se abrieron mucho y comencé a temblar. Deacon estaba inclinado en la mesa y un tipo... estaba... empujándose en... en su culo.

Grite y caí en mis rodilla. El dolor que había dentro de mí. La rabia. El coraje. Lo que estaba sintiendo ahora mismo. No es algo de lo que te deshagas fácilmente. No es algo que olvides con facilidad. La forma en que tu cuerpo se siente, listo para asesinar es algo que te marca de por vida.

Hell's AngellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora