Capítulo 28.

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Capítulo 28.

"Qué ganas de estar con él, de verlo, de besarlo, acariciarlo, jugar con su pelo, cogerle la mano, abrazarlo. Que ganas de él."

Esa noche, mientras dormíamos y apretaba a Catalina contra mi pecho no pude dejar de pensar en John. La mirada que me había dado cuando mis manos se deslizaron fuera de su las suyas. Como se abrazaba con nuestra hija.

Yo... me dolía mirarla. Como nunca nada me había dolido. Completamente diferente a cuando murió mi mamá. Ella ya no está aquí, sin embargo John sigue aquí y no lo puedo tener. A pesar de lo mucho que lo quiero tener ya no es solo sobre nosotros. Ese no es el ejemplo que mi hija tenga como nosotros juntos. He amado a John por casi seis años ya. Y ahora mismo puedo decir que es de la clase de amor que no se olvida a pesar de cualquier cosa.

Es diferente de lo que alguna vez sentí por Jackson. Como si fuera algo más que yo lo que me pude estar con él. Como si fuera inevitable y fuera de mi alcance. Pero... cuando quieres a alguien no quieres estar con nadie más. Y él lo quiso y yo lo hice. Es como si todo dijera que debemos estar separados... pero juntos.

Cada que miro a Catalina o a Deacon me doy cuenta que a pesar de todo las cosas valieron la pena. No puedo ni imaginar estar sin ellos ahora, pero tal vez las cosas no siempre se dan. A veces amas tanto a alguien que no pueden estar juntos.

Me deslizo fuera de la cama poniéndome mi bata y mis pantuflas y enciendo el monitor de bebé antes de salir de la habitación y me seguro de ponerle seguro antes de bajar las escaleras. Voy a la cocina y me sirvo un vaso de agua.

-Bueno... -me sobresalto dándome la vuelta rápido y mi papá está en la entrada de la cocina con sus pantalones de pijama. –Hola.

Le sonrío, pero, tal vez es solo porque es mi papá o por todo lo que pensé anteriormente, me pongo a llorar y el frunce el ceño extendiendo sus brazos hacia mí y no puedo evitar correr a refugiarme en ellos. Y lloro en su pecho desnudo. Él camina de espaldas hasta que caemos sentados en el sofá de la sala.

-Ya están revisando la solicitud de John de la libertad condicional. –comento alejándome de él limpiándome los ojos.

-¿Y eso te pone triste? –me pregunta rascándose la barbilla y cuando extiende el brazo es perfectamente visible el tatuaje con el nombre de mamá en su costado.

-No, yo estoy muy feliz por él y por mi bebé. Ella ama tanto a su papi que ahora lo podrá ver más es solo que... -respiro profundamente tapándome los ojos un momento. –Él sigue creyendo que cuando salga de prisión las cosas seguirán siendo como antes de que él entrara allí. Digo, han pasado casi dos años.

Me quedo callada al igual que mi padre y espera pacientemente a que vuelva a hablar.

-Yo vote su culo. Prometió que no más mujeres y yo prometí que si no era así las cosas se acabarían. No entiendo porque no puede entender que las cosas son así ahora. Y lo peor es que lo sigo amando como una loca. Papi, por favor patéame porque no puedo ser más estúpida.

Mi papá se ríe mostrando su dentadura perfecta.

-Al que voy a patear es a él. A veces el corazón es estúpido, bebé. A veces amamos demasiado a una persona, pero eso no quiere decir que debamos estar juntos. La vida es extraña.

Me rio mirando los tatuajes de mis dedos. Suspiro y un pequeño sollozo sale de mi pecho y mi padre toma mi mejilla obligándome a mirarlo.

-Amé a tu madre como nunca nada en la vida. Y la cague un montón. Y tu madre boto mi culo innumerables veces. Y sufrimos mucho para al fin estar bien. Ahora ¿sinceramente? –asiento recargándome en su mano. –Me arrepiento de no haberla dejado ir después de tantas señales de destino. –se ríe ligueramente. –Tal vez si la hubiera dejado ir ahora estaría viva feliz, con otro hombre pero sería más feliz.

Hell's AngellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora