Decisiones

14 1 0
                                    

Pietro interrumpió a Theodore.

— ¿Le sirvo una copa, doctor?

— Tal vez nuestro invitado... respondió Le Fey sin levantar la cabeza.

El teléfono de Pietro vibró. Al volver, dio una noticia escueta.

- Acaba de telefonear para decir que te llamará en unos minutos.

Aquella información no parecía novedad. Lubbo recordó su época en la Universidad de Cambridge. Los Le Fey siempre llegaban tarde a impartir clases, a los concejos de profesores, a las fiestas improvisadas en las cuarterías, a las ceremonias aburridas del campus... ¡A todo! Cuando por fin llegaban, Ronald interrumpía a cualquiera para describir, entre risotadas, la razón por la cual se habían atrasado (por lo general, culpa de él). Irrumpía siempre como huracán en la costa, con una sonrisa.

- Ronald luce siempre espléndido, en cambio, su hermano siempre tiene el aspecto de haberse caído de la cama en plena pesadilla.

Lubbo, con el ceño fruncido, detestaba esas presentaciones histriónicas de marino noruego, propias de Ronald. Atrás de este, Theodore se encogía de hombros y mordisqueaba alguna fruta, ajeno a las alharacas de su hermano. Los compañeros de clase, y los del trabajo después, descubrían, con sorpresa, que aquellos prodigios devoraban cualquier tema que se les tocase, no importase el tema tratado.

-¿Por qué, Lubbo? ¿Por qué?- pensaba Zeihan para sí. Estaba desmoronado, molesto ante el acceso de los Le Fey a textos antiguos y misiones arqueológicas inaccesibles para la mayoría.

- ¡Maldición! – protestaba Lubbo para sí-.Si se tienen en cuenta mis atestados académicos, los míos son iguales o mejores que los de cualquiera. No niego el intelecto de los Le Fey, pero como estudiantes era flojos. En cambio, yo... ¡Maldita Yacine! ¡Maldito Concejo! ¡He estado siempre allí, para ellos!

Las divagaciones de Lubbo fueron interrumpidas por Pietro.

- Lubbo...amigo mío...Lubbo. Todos los clanes y Casas insinúan que guardamos información importante. Las Casas Rusalka, los Yowie y los Pombero y los Wendigo han entrado en múltiples conflictos debido a las directrices de tolerancia e inclusión de Efímeros dentro de las grandes urbes feéricas. Muchos clanes lo ven como una afrenta por parte del Concejo. Yacine y los suyos ejercen presión, vigilan por encima del hombro. Conocen de esta investigación hecha por Ronald y...

- ¿Por qué yo no sabía de esto?- replicó Lubbo con crudeza.

- Tú sabes que eso no puedo decírtelo. Me limitaré a decirte que ocupamos tu opinión.

- ¡Naturalmente que sí!- contestó Lubbo-, pero esta información hace tambalear la teoría de que los nuestros descienden de los primeros humanos. Nadie sabe de esta diosa primigenia, tan poderosa como para maldecir a toda una raza y convertirlos en... monstruos. Y esas etnias homínidas, traen al suelo cualquier debate científico o teológico conocido. Es un absurdo. ¿Descendemos de razas ajenas al "homo sapiens"?

- Razas marginadas y oprimidas, según parece- opinó Le Fey.

Lubbo volvió a llenarse la taza de té herbal, mientras Pietro abría una carpeta y, empezaba a leer:

-«...el señor Theodore Horace Le Fey, miembro del clan homónimo, uno de los más antiguos y respetados del mundo feérico, es un excelente filólogo, lingüista, arqueólogo, antropólogo y cripto zoólogo, muy popular (tal vez un demasiado popular) entre sus alumnos y sus colegas más jóvenes. Sus proposiciones suelen ser brillantes; pero sus conclusiones, demasiado apresuradas, no llegan a ser confiables porque no asume con responsabilidad su obligación de confirmar la información recopilada durante sus investigaciones. Soñador inspirado, pero como erudito, pese a su notable formación académica, resulta poco confiable.

Lector apasionado y un hábil recopilador de leyendas alrededor del mundo; afirma la existencia de nuevas tierras y dimensiones donde habitan especies de Híbridos, Licántropos e Inmortales desconocidas por todos, una especie de Hades legendario. Tal opinión roza con la chabacanería, lo ridículo y lo absurdo. El señor Le Fey, apoyado por su hermano Ronald y otros líderes de la comunidad feérica como Pietro Acquaviva, Joao Veloso y Tiziano Bolocco lo postulan como un hecho; un sitio jamás descubierto donde son encerrados todos aquellos seres que representan una amenaza para el mundo feérico o Efímero, una tumba en vida para todo aquel que atente contra la integridad y las leyes conocidas.

«Dado a su naturaleza Híbrida, y por ende, inestable, cabe esperar que el tiempo y la experiencia atemperen su juicio en años futuros. Estoy dispuesto, por tanto, a aceptar sus obligaciones como profesor asociado a la Universidad de... durante tiempo indefinido, Firma: Lubbo Zehian".

Pietro cerró la carpeta. Lubbo se quedó largo rato inmóvil, clavados los ojos en el fondo de su vaso. Después, en voz baja, preguntó:

- ¿Para qué me llamaste, entonces?

- Porque a quienes citas acá somos tus amigos, Lubbo. Nunca te hemos hecho daño. Además, esa cárcel inter dimensional es un secreto a voces en todas las Casas y clanes. ¿Qué pretendes?

- ¿Pretender qué?

- Con desacreditarnos de tal manera- contestó Theodore.

- ¿No hay defensa posible?- susurró Lubbo. Jamás haría algo así, Pietro.

- Pero, ¡por el Dios de los Mil Nombres! ¿Era necesario utilizar esas expresiones? Con esos juicios, nos llamaste ineptos y orates. ¿Hiciste todo eso solo por envidia, para equiparte a los Le Fey?- reclamó Theodore.

- No. Perdóname, Ted, pero no fue mi intención ofenderlos. Quería ser aceptado por Yacine, por el Concejo, por ustedes... Nunca desee causar un daño.

Lubbo dejó cuidadosamente su vaso sobre la mesa, y dejó escapar un suspiro.

-¡Oh, Lubbo! ¡Lubbo Zeihan, del clan Cernunnos! Sin rodeos. Eres mi amigo, nuestro amigo. Nunca te hemos desvalorizado, no queríamos que nuestras acciones o palabras fuesen tergiversadas. No protestaré, te lo aseguro. Pero Yacine nos advirtió de ti, aun cuando ella misma te recomendó para ayudarnos. Hay gente que desea encontrar el umbral hacia la prisión infernal. Y Ronald Le Fey ya insinúa cuáles pueden ser las posibles coordenadas.

Durante largo rato, Lubbo permaneció inmóvil, ensimismado, silencioso. De pronto, se puso súbitamente de pie.

- Una pregunta más, Pietro.

- Dime.

- ¿Por qué me perdonaste?

Pietro sonrió. Miró de reojo a Le Fey, quien reacomodó las hojas que llevaba entre sus manos y sonrió.

- Eres un gran científico y profesional y sé, que, como hombre, vales más de lo que has demostrado hasta ahora- respondió Pietro-. Además, no hemos culminado nuestra lectura.

- Gracias, Pietro- respondió Lubbo, avergonzado.

- No tienes que dármelas. 

Acquaviva: La Piedra del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora