Las noticias del día.

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Auroras boreales en Colombia. Tornados de ¿arena? en mitad de la Antártida. Agujeros en espiral que devoraban un barrio periférico en Guatemala. El nacimiento de un volcán bajo una iglesia adventista panameña. La marcha alocada de un tren en medio de los bosques canadienses. Manadas de lobos que recorrían las calles de Pensilvania en horas de la madrugada. Algunos científicos y pedagogos cuyos títulos universitarios dejaban de lado su verdadera identidad, atribuían todos estos cambios al calentamiento global. Los fanáticos UFO aplaudían entusiasmados ante la inminente llegada de seres alienígenas que anunciaban su visita con esas señales. Los líderes religiosos conservadores llamaban a la calma a la oración y a la calma; los radicales anunciaban mil y un plagas apocalípticas.

El doctor T. H. Le Fey, plantado frente al televisor, la pantalla de su computadora o su teléfono celular, atribuía aquella innovación climática a una nueva campaña publicitaria, experimentos de la NASA o efectos de nuevos armamentos del ejército ruso.

- ¡Basura! – dejaba masculla de forma irónica el señor Le Fey en voz queda mientras los chicos, divertidos, daban sus criterios matutinos o vespertinos.

Como ya sabemos, Kenny y Remy Le Fey eran hijos de un catedrático universitario, antropólogo, historiador y escritor, tachado de orate debido a sus discursos antirracistas en las aulas, sus críticas agudas contra el gobierno local en su blog de internet, o de las nuevas modas que atentaban contra la cultura e identidad de los pueblos británicos. Susana, la madre, siempre fue revestida con aureolas y trajes albos por sus vecinos debido a su amabilidad y sencillez, aunque la gente quisquillosa y curiosa le recriminaba que nunca dejaba entrar a ningún vecino a casa... excepto los amigos íntimos de los chicos Le Fey.

Inicios de otoño. En el colegio, un enjambre de adolescentes debatía respecto a los cambios climáticos y catástrofes naturales alrededor del mundo y de los chicos Le Fey: Remy, experto en cualquier tema; Kenny, capaz de realizar cualquier acrobacia o travesura que le recomendasen. Como buenos irlandeses y supersticiosos por tradición (o influencia), trataban de explicar las apariciones del "espectro del bosque" y otros monstruos que aterrorizaban a ingenuos y cobardes en aldeas adyacentes o en otras regiones.

- Mis primos en Nueva Delhi me comentaron que un ave del tamaño de diez estadios de criquet sobrevoló la ciudad- citó Many.

- En el pueblo vecino, mi tío oyó vocecillas y campanas dentro de su jardín y, además, durante la noche algo le pinchó el dedo gordo de su pie izquierdo.

- En Centro América- dijo Kathy (amor platónico de Kenny e inmune al encanto de sus presentaciones circenses)- un cura decapitado oficia eucaristías durante las noches de octubre.

- En Noruega, un avión de pasajeros tuvo que aterrizar de emergencia por problemas mecánicos.

- Pero, ¿cuál es la novedad?

- Que no iba nadie a bordo.

- ¡Aaah! – replicaron todos.

El timbre de la campanilla electrónica, enemiga acérrima de tales tertulias, anunció el ingreso a los salones donde continuaban los dimes y diretes con base en la temática paranormal. El profesor de Literatura, Sergei Apellido Innombrable (así le decían los chicos) ingresó al salón, cual tinterillo de abogado que ausculta cada objeto y detalle sobre su mesa de trabajo. Examinó a sus discípulos de manera escrutadora y acalló la más reciente representación histriónica de Kenny, quien imitaba a su septuagenario profesor de Historia, hombrecillo de voz chillona y gangosa, ojillos miopes, barba rala y cúmulo de un sinfín de tics nerviosos.

- ¡Señorito Kenneth Le Feeeeey! Sus conductas inapropiadas dentro del salón de clase dejan mucho que desear del buen nombre de su familia y su comportamiento retrógrado, casi simiesco...

Convertido en San Esteban bíblico, blanco de las frases groseras y el mal humor de Sergei, Kenny escuchó la interminable cantaleta salpicada de erres y salivación estertórea.

La clase inició. El tema elegido por Sergei (adornado por debates teológicos, fechas imprecisas, lugares de escritura imprecisa y mitos antiquísimos) solo llamaban la atención de Manny, quien escuchaba sin parpadear las aventuras de un dios hindú con cara de simio y poderes ilimitados, capaz de realizar interminables travesías para cumplir con su deber sagrado. Un cuchicheo de tono oriental, el buen Ng, llamó la atención de la mente dispersa de Kenny. "Abre el libro en la página 220)". Con desidia, Kenny extrajo su libro de la mochila y quedó boquiabierto ante una imagen presente en el texto. ¡Por Dios, era el bicho raro que rondaba su casa! Cabellera larga y lacia, bigotes grisáceos con la contextura de las algas marinas, cejijunto, pestañas largas, ojos verduzcos... Aquel hombre de la imagen vestía gorro frigio, cota de aros de acero, cubiertos por un gabán verde y andrajoso (igual que sus pantaloncillos) y portaba un hacha mellada. SPRIGGANS: Espíritu maléfico que habita en los bosques de las antiguas naciones celtas. Puede mutar su forma a voluntad, poder que le permite atormentar a los humanos que perturben los dominios de los "fay".

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Acquaviva: La Piedra del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora