Me llaman...Jonathan Mjöksiglandi.

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Dos fuertes golpes en la planta baja del palacio Le Fey hicieron reaccionar a los miembros de la familia cuando ya se preparaban para dormir. Cuando Remy Le Fey abrió la puerta, casi muere de un síncope cuando se encontró con un tipo pelirrojo, de barba enmarañada y talla descomunal, no solo por sus casi siete pies de estatura y su musculatura recia (¿otro "nefilim"?), sino porque su presencia delataba a un hombre que había realizado labores de gran esfuerzo físico debido a su musculatura recia y una piel broncínea, además de su vestimenta extraña que descubría a quien había viajado mucho por este mundo y desconocía todo lo referente a la moda actual. Su mirada denotaba una tristeza de siglos, como neblina sobre un muelle sin nombre y su voz, fuerte pero timbrada, preguntó con autoridad: "¿Doctor Theodore Horace Le Fey?". El chico, disminuido ante aquella impresionante presencia que ocupaba casi todo el ancho de la puerta, solo reaccionó a señalar con el dedo meñique la puerta de la biblioteca y aquel gigante ingresó a la casa como si la conociese desde tiempo atrás.

- Somos hermanos por convicción y respeto e hijos del mismo Padre- saludó el hombre.

- Mi casa es su casa y recibirá siempre al viajero- respondió Le Fey.

- Que recuerda la promesa eterna hecha por nuestros antepasados.

- ¿Puedo ingresar, doctor?

- ¿Jonathan Mjöksiglandi?

- Así me llaman. Soy hijo, nieto y bisnieto del hombre del mismo nombre que recorre la tierra desde antes que tuviese nombre.

El gigante se mantuvo de pie ante el doctor Le Fey y le tendió su mano izquierda. Papá Le Fey correspondió al saludo con emoción.

- No requieres tanta formalidad y distancia conmigo. Todos los de mi linaje han oído de ti y coincidimos que la genética es caprichosa con los Mjöksiglandi porque desde tu bisabuelo, muy allegado a los Le Fey, todos presentan rasgos físicos idénticos y hasta la misma cicatriz en el párpado izquierdo. ¿Un oso, dijo tu bisabuelo? Esa historia la escuché sentado en sus rodillas.

- Algo así- respondió Mjöksiglandi con una risa sostenida, con la cual reconocía la astucia del doctor.

- Sabes que mi familia depende, en este momento, de tu sabiduría, tu valor y tus sentidos.

- Por esa razón el Concejo nos eligió- contestó Jonathan con cierto resentimiento.

- Disculpa mi desconfianza, pero ayer sobrevivimos dos ataques dirigidos por los Pardos. Ya he tenido que recorrer cuatro continentes con mi familia y la mentira.

El ceño de Mjöksiglandi insinuó rabia y asombro. Aun cuando ya conocía de la noticia por boca de Donovan, no pudo articular palabra alguna durante algunos segundos.

- No veo a tu compañero- mencionó Le Fey.

- No gusta mucho de las multitudes y prefiere...moverse solo. Además, está trabajando en el bosque- respondió Jonathan, con énfasis marcado en las palabras "solo" y "trabajando".

- Vivir en Acquaviva me da tranquilidad, pero...

- Pero no debes temer nada. El "spriggan" ha servido a los "fay" por milenios y lo ha hecho en silencio y con fidelidad, aun cuando a los Le Fey hayan olvidado sus servicios. Él daría la vida por ustedes, así como lo hizo por la familia O' Grady.

- Quienes ya no están con nosotros – dijo Ted con amargura-. Y si un grupo de "Haminjes" "Verndari" y los Leñadores seleccionados por el Concejo apenas pudieron contener a esos Carroñeros, no sé cuánto terreno podrán cubrir solo dos Leñadores. ¡Maldito Concejo! ¡Ellos se ocultan ante los suyos, no enfrentan a todos quienes investigamos, trabajamos, morimos por ellos!- susurró entre dientes Le Fey para que no escuchasen fuera de la estancia.

Acquaviva: La Piedra del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora