UNO (Segunda Parte)

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A mi Elen preciosa <3

- Entonces Jess ¿Te parece adecuado el color de tu vestido para la fiesta? –Preguntó amable Rubí, la esposa de mi padre.


- En realidad da igual porque no puedo verlo –Reí.

- Puedo describirlo de nuevo si quieres –Se ofreció amable.

- No, no. Confío en ti –Sonreí y en la negrura de mis ojos la imaginé sonreírme de vuelta.

Pagamos y caminamos hasta el auto, en esos días ya era fácil para mí valerme sola, tenía a mi aliado bastón, una perfecta noción de los sonidos y el tacto me era en extremo útil.

Como había dicho Julissa, estaba aprendiendo a ver con el resto de mis sentidos.

Escuché que encendió el auto y me ayudo a colocarme el cinturón, aunque fuera innecesario ella lo intentaba todo. Toqué levemente su mano en señal de agradecimiento y pasó delicadamente unos mechones de mi cabello por detrás de mi oreja. Esa mujer que odie tanto en un tiempo básicamente intentaba ser un poco mi madre.

- Oye Rubí ¿Te importaría dejarme en el café de siempre? –Pregunté cuando me dieron ganas de estar en ese lugar.

- Puedo llevarte y esperar por ti –Dijo intentando no parecer controladora.

- No es necesario, puedo pedir transporte después –Se frenó hasta el punto de parar, supuse que ante algún semáforo.

- Me pongo algo nerviosa Jess, tu padre es el que suele llevarte a todos lados –Comentó.

- Oh no te preocupes, no tendrá problema alguno, sé volver sola a casa –Busqué su hombro, desatinando varias veces.

- Esta bien, espero que no se moleste –Sonreí a la nada.

Llegamos al café y le pedí que por ningún motivo se bajara conmigo, no quería sentirme tan dependiente de ella.

Llegué a la puerta y alguien la abrió para mí al notar que llevaba el bastón para ciegos.

- Gracias –Dije sin saber si la persona seguía ahí.

Llegué hasta una de las mesas cercanas a la puerta, no estaba dispuesta a tropezar con alguien o algo y hacer el ridículo, tenté un poco la mesa y la silla, al no escuchar "Ocupada" o "Hay alguien" me acomodé con mucha confianza.

- Adelante está libre –Dijo alguien al frente y me sobresalte demasiado, dando un saltito bajé de la silla.

- Perdón, perdón, es que literalmente no veo nada y... Ay perdón, que torpe –Escuché su risa.

- No te preocupes, esa era una invitación a sentarte, de cualquier manera me sentía muy solo en esta mesa –No sabía si volver a sentarme o ir a toquetear otra mesa.

- Lo siento...

- No, no, siéntate –Pidió cuando me encaminaba en otra dirección.

- ¿De verdad no le importa? –Regresé.

- Siéntate por favor –Era la voz de alguien no muy mayor, parecía de mi edad, quizá más joven.

- Me llamó Jessica –Me presenté luego de que me ayudara a acomodar la silla.

- Lo sé –"¿Qué?"

- ¿Cómo dice? –Me inmuté bastante.

- Si me vieras lo sabrías, tal vez mi voz ya no te parece nada familiar –Intenté recordar aquella voz, pero nada venía a mi mente.

Querido PsicólogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora