CUATRO

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Con el móvil entre manos y Janice fuera, lo único que faltaba por hacer era decir "Lee los e-mails" pero las manos me sudaban, las piernas parecían de gelatina y no tuve el valor. Me levanté de inmediato y me vestí para buscar a Roger en el café, siempre con el montón de correos en mente.

Caminé hacia donde sabía estaba el lugar, iba muy distraída, una enorme emoción me invadía, Frank no me había olvidado, tres años de correos diarios, era una locura. Iba completamente distraída, mala jugada para mis sentidos ya que no estaba consciente de lo que me rodeaba.

De pronto sentí un cuerpo chocar contra mí.

- ¿Qué no ves, tonta? –Fue su primer instinto, reprimí la cólera que me causó la manera en que se expresó el idiota ese.

- No, en efecto no veo, una disculpa por mi discapacidad –En el fondo sabía que era, un porcentaje bastante alto, mi culpa, ya que no iba poniendo atención a mi alrededor.

- Que pena, no... No lo había notado –No supe si el tono de su voz era vergüenza o ironía– pero no es justificación para que vayas sin ton ni son por la banqueta, así que igual eres tonta por derramarme el té encima –En serio me hizo enojar.

- Imbécil –Solté y seguí mi camino, esta vez más atenta a lo que sucedía fuera de mis pensamientos.

Unos minutos después, logré llegar al café, aún con las mejillas enrojecidas por el coraje que me había hecho pasar aquel tipo, jamás olvidaría su estúpida voz, sólo esperaba no volver a escucharla jamás.

- ¿Estas bien? –No estaba ni a dos pasos de la puerta cuando Roger me sobresaltó.

- Hola –Dije emocionada, abrazándolo– Oye, que has estado comiendo bien –Sonreí al sentirlo menos delgado de la última vez que habíamos hablado en persona.

- Me he estado sintiendo mejor ¿Quieres café o me permites llevarte lejos? –Reí.

- Vámonos, no necesito café...

- ¿Me dejas llevarte entonces?

- ¿Puedo confiar en ti? –Pregunté en broma.

- No lo sé, dime ¿Confías en mí? –Ya habíamos caminado un par de pasos fuera del café.

- Sí.

- Espero que no sea un "sí" por compromiso, porque yo confío en ti, eres la única que conoce más allá de lo que deseo que la gente conozca de mí –Vaya loco.

- No podría creer eso, recuerdo que alguna vez me dijiste que jamás habías consolado a una chica y era mentira –Se rio.

- No... Quizá un poco, siempre consolé a Lucre, pero ella no cuenta.

- Yo tampoco miento Roger, confío en ti –Sentí su mano sobre mi brazo guiándome en, Dios sabe, que dirección.

- Iremos en mi auto –Asentí.

- ¿Puedo saber a dónde? –Se quedó en silencio por unos segundos.

- Iremos a uno de esos lugares donde se vuelve fácil respirar –No pude contener un suspiro.

- Hace mucho que no estoy en uno de esos –Escuché que abrió la puerta de un auto.

- Ya verás –Luego se quedó callado, arrepintiéndose de su expresión– Perdona... Qué imbécil –Se apenó.

- No te preocupes, creo que he aprendido a ver de formas diferentes –Sonreí y cerró la puerta de mi lado, supuse que rodeó el auto y luego lo escuché entrar.

Querido PsicólogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora